El guanche en Venecia
Juan Manuel García Ramos
Artemisa ediciones, 2011
210 pp
19,50 euros
La conquista de Canarias es un episodio de la historia de España no excesivamente conocido. Sobre todo si al hablar de conocimiento no lo hacemos teniendo en cuenta el territorio que se conquistó. Para el resto de españoles peninsulares y de otras islas sigue siendo una historia desconocida. Una historia con héroes y con villanos. Con episodios de verdadera crueldad, a veces con ensañamiento. Uno de estos episodios, el último, es el de la conquista de Tenerife, allá por 1496. Después de haber sufrido una severa derrota en el Barranco de Acentejo, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo dispuso un numeroso ejército con la intención de romper la resistencia que los escasos reyes guanches que seguían en guerra podían mostrar. Ello después de haber convencido a unos cuantos de estos reyes para que se unieran a sus planes de conquista. Lo que se llamó el Bando de las Paces. Así llegamos al final del relato, cerca de Aguere -la actual San Cristóbal de la Laguna-. Y la historia terminó con la victoria del ejército español, como no podía ser de otro modo pues era el ejército más poderoso del mundo en ese momento. Poco podían hacer armas de piedra y palo contra arcabuces y cañones. En ese lance final fallece Bencomo, el veterano rey que había llevado a la victoria a los guanches. Y aquí empieza el argumento de El guanche en Venecia que nos brinda Juan Manuel García Ramos que, en un juego ucrónico, nos plantea a modo de crónica la posibilidad de que el rey guanche no muriera. Este guiño a una posibilidad que jamás se dio, guiño me temo -por la dedicatoria que García Ramos hace a Rumeu Armas, estudioso de la Historia de Canarias - que convierte en territorio literario lo que había sido hasta ahora histórico, y territorio para la imaginación y la ficción.
Bencomo es hecho prisionero tras la batalla de Aguere. Fernández de Lugo lo conduce hacia la península con la idea de llevarlo a la Corte de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Una vez allí los Reyes Católicos disponen que ni sea ejecutado ni tampoco vendido como esclavo como otros tantos guanches, incluidos los que se rindieron, que acabaron en los mercados de esclavos de Sevilla. Aspectos que denunció en su momento Fray Bartolomé de las Casas antes de hacer lo propio con los indígenas de América, pues no debemos dejar de lado que ambas conquistas suceden al mismo tiempo y hasta cierto punto Canarias es un campo de experimentación para los ejércitos españoles que luego se batieron en América.
En ese estado extraño en el que queda Bencomo, sin posibilidad de regresar a su tierra para comandar a los suyos hacia una nueva revuelta pero también viendo su vida perdonada y hasta con cierta libertad de movimientos, maldice su fortuna y su situación le consume. Los Reyes Católicos le alejan de la Corte y de España y lo envían a Venecia haciendo escala en diversos territorios de Italia. La estancia en Venecia será larga pero no por ello el rey guanche dejará de pensar en su tierra.
García Ramos consigue contar esta historia a modo de crónica, como si de una crónica histórica se tratara, empleando formas arcaicas para hacerla más creíble. Tomar esta forma de narración hay momentos que lastra el desarrollo de la misma pero tiene la ventaja de no plantearse la idoneidad de un discurso más moderno que aquí sirve para que el cronista, uno de los personajes que acompañan a Bencomo, se exprese como un narrador muy cercano, y, a ratos, también protagonista de la historia.
No termina ésta aquí pues todavía se habrán de cruzar dos veces más Bencomo y el Adelantado Fernández de Lugo, evidentemente estos nuevos encuentros no tienen ninguna realidad histórica y son fruto de la fértil imaginación del autor. Estos dos encuentros finales justifican el desenlace de la historia, si bien la misma termina perdiéndose pues el cronista acaba alejado y sin noticias del que fuera, hasta cierto punto, compañero de preocupaciones del rey guanche.
Bencomo es dibujado como un hombre de gran porte - me recuerda a la imagen que de él hay en la plaza de la Candelaria, junto a la basílica. Debía ser un anciano pero se le describe como un hombre alto y corpulento. Un hombre inteligente, justo y hábil en la conversación. En su estancia en Venecia aprende el italiano y se mueve con facilidad en un mundo completamente desconocido. Es pues la imagen positivizada del héroe. Por contra los villanos son el Adelantado Fernández de Lugo y su segunda mujer, Beatriz de Bobadilla. Ambos descritos como personajes excesivos en sus deseos de fama y fortuna. Excesivos hasta la ceguera, tal y como demuestra el episodio en el que el Adelantado y Bencomo confluyen en Venecia, episodio este que por ser de la parte final del libro evito describir por su importancia. Baste decir que la historia dibuja a Fernández de Lugo como un hombre ambicioso. Y no sabemos si el personaje real sucumbió a esta ambición tal y como le ocurre al personaje de la novela.
El otro personaje cuya importancia en la historia va in crescendo es el de la segunda esposa del Adelantado, Beatriz de Bobadilla, mujer de intrigas palaciegas con el rey Fernando y que se ve desterrada de la Corte.
Historia bien tramada, acertadamente bien construida, con un derroche de imaginación histórica aunque llega a ser creíble para aquellos que no conocen la historia real. Es por este motivo que más que una novela histórica nos encontramos con una ucronía, un libro sobre lo que pudo ser pero que jamás fue. El guanche en Venecia.
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