sábado, 22 de marzo de 2014

AGUA DURA DE SERGI BELLVER



Agua dura
Sergi Bellver
Ediciones del Viento, 2013
124 pp
14,50 euros


A Sergi Bellver (1971) lleva preocupándole –y ocupándole- el relato como género desde hace tiempo. Le hemos conocido como editor en Chéjov comentado –Ed. Nevsky Prospects, 2010, ya reseñado aquí- también como antólogo en Mi madre es un pez –Ed. Libros del Silencio, 2011- y ahora le vemos publicar su primer libro de relatos, si bien algunos de ellos ya habían aparecido en otros lugares y el libro ya se había publicado digitalmente.

Agua dura es un libro un tanto oscuro pues los paisajes oscuros parecen acompañar los textos, tanto como la fotografía de su portada. Pero muchos de esos paisajes impactantes de la fotografía son también paisajes duros interiormente. Las entretelas de los protagonistas que pueblan los relatos de Agua dura son muchas veces desoladoras, desarraigadas, desesperadas. Son personajes transmutados a lugares –luego hablaremos de ellos- donde les ha tocado vivir, muchas veces a su pesar. Allí sobreviven atormentados, recuerdan tiempos pasados o son movidos a desarrollar unas vidas que parecen incontroladas.

Sergi Bellver es fiel a una forma de escritura que él ejemplifica en Faulkner, pero también podría citarse a Joseph Conrad, a Robert Musil o a Jack London o a tantos otros. A Bellver le preocupa la historia. Contar historias que emocionen, que hagan sentir, que comuniquen, que dejen huella, que nos impriman. Huye de los experimentos con gaseosa de generaciones anteriores -de las nocillas, de las escrituras fragmentarias- y de las posteriores –hipsters literarios-. Reivindica lo que él denomina Nuevo Drama, un retorno a la escritura que comunica. En este movimiento le acompañan Manuel Astur, Juan Soto Ivars (también antólogo de Mi madre es un pez) y Francisco Javier Sánchez Ocaña. Agua dura se circunscribe a los parámetros de este movimiento.

El autor divide el libro en tres partes aunque la primera y la última sostienen el peso del  libro pues contienen los relatos más largos y también los más conseguidos a mi modo de ver. Pero el libro bien podría dividirse también en función de los paisajes en que se desarrollan. Esos lugares, cuando aparecen identificados, marcan la narración. Otros sin embargo, son espacios inocuos que podrían ser cualquier sitio.

Personalmente creo que el libro, su columna vertebral, está sostenido por cuatro o cinco relatos: El nudo de Koen, Los ojos de Sarah, Pájaros que llegan a Moscú, En la boca del otro e Islandia. Me gusta especialmente Islandia, a pesar de ser el último relato. El libro así expresado dibuja al principio un in crescendo, luego se hace meseta para terminar de nuevo creciendo. Deja un buen sabor ese relato final y el autor, creo, que por eso lo ha situado en último lugar.

El libro también tiene un par de características más que aúnan los relatos. En primer lugar el agua, que creo está prácticamente en todos. Y también tienen mucho que decir las relaciones familiares, las relaciones entre amigos y cómo nos marcan y determinan nuestra conducta y forma de actuar. La relación de dos hermanos que heredan una propiedad. La historia de Propiedad privada no es tanto lo que sucede en ella sino cómo las interrelaciones entre madre-hija-hijo dirigen el relato y justifican lo que pasa en él. Algo parecido sucede en El nudo de Koen con esos dos hermanos que comparten nombre pero que jamás se conocieron. Los conflictos que aparecen con esa coincidencia. ¿Determina la coincidencia su personalidad? ¿Acaso sus vicisitudes personales? Curiosamente también son hermanos los protagonistas del último relato, Islandia. Ya hablaremos luego de él.

El lector avispado también encontrará numerosos homenajes ocultos en los relatos de Bellver. Homenajes a los autores que le gustan, de los que ha aprendido, que son sus ejemplos. Unas veces los relatos vienen antecedidos por una cita. En otras ocasiones el autor se muestra más juguetón. Obsérvese en El nudo de Koen el dibujo que hace el texto. K, Koen, King. Bueno, dejo ese análisis para los mitómanos y los lectores tan juguetones como el autor.

Vuelvo a los textos.

En Los ojos de Sarah, previa cita de Conrad y de El corazón de las tinieblas, el conflicto parte de dos hilos que se van a ir uniendo. Por una parte la búsqueda de alguien y, por otra, un pasado que parece retornar, mejor, que nunca se ha ido. Una venganza pendiente y los ecos del pasado: los nazis, Mengele, los judíos, los campos de exterminio y experimentación, etc. Aquí sin embargo me gusta el itinerario de la búsqueda.

Llego ya a la segunda parte del libro y me llama la atención Pájaros que llegan a Moscú, una historia de la víctima que se convierte en cazador para sobrevivir. Se le añade el tiempo presente, en este caso la Rusia post soviética, las mafias, la corrupción. Destaco el ambiente de los bajos fondos. Es curioso, se me ha olvidado señalar que Bellver no es un autor dado a grandes descripciones, sin embargo con breves pinceladas nos quedan algunos de sus paisajes. En este texto también.

En los relatos más breves de esta segunda parte me pesa más la sensación final que la narración en sí, probablemente por su brevedad. En La manada, la sorpresa de descubrir a alguien que hace lo mismo que tú. Algo de lo que te escondes. En Señales de vida, la compulsión y el ansia de vivir de los que trabajan tan cerca de perder su propia vida. En Deseo de ser Dimitri, el paisaje de la lucha social tan cercana. En Banana dream, la ironía sobre la obra de Fernández Mallo (y supongo que de los nocilleros en general) y, finalmente, en La muerte de Edmund Blackadder imaginarse la muerte en atentado de un actor muy conocido por su humor.

La tercera parte contiene tres relatos largos. El primero de ellos, En la boca del otro, habla de la lucha por la supervivencia, contra la naturaleza, encarnada por la figura de un jabalí y contra la colectividad que rodea al protagonista que vive una existencia semi salvaje. En este caso el autor antecede el relato con una cita de Umbral pero bien podría haber seguido utilizando a Conrad o a London, pues la supervivencia es el eje central del relato unida al recuerdo de la madre fallecida que es la que trastoca el mundo del protagonista.

En Mala hierba, título que también corresponde a una obra de Baroja, la lucha por la supervivencia es más la rivalidad, aparentemente estúpida pero que termina siendo enfermiza, entre dos personas y su desenlace final. Sergi Bellver lleva hasta el extremo el enfrentamiento larvado entre dos personajes por una causa trivial que termina por desquiciar a ambos de forma que, aunque hay un perdedor, los dos pierden toda capacidad de juicio por su estupidez.

Finalmente está Islandia. De nuevo una relación entre dos hermanos, un espacio lejano, una isla, agua. Y un conflicto que vuelve al presente. Mucho podría decirse del relato pero desvelaría el intríngulis de la relación por lo que aconsejo leerlo. Este mismo texto también se encuentra en el libro Nómadas, antología de relatos de viaje de varios autores seleccionados por Elías Gorostiaga.

Más que meritorio resultado en este libro de Sergi Bellver con historias que gustarán de releer. Descubrir otra faceta del agua y los mundos y personajes atormentados que diseña el autor.


lunes, 17 de marzo de 2014

ENTREVISTA A JAUME PALAU

Luis Vea (Barcelona) Entrevistamos a Jaume Palau con motivo de la publicación de su libro Cuarto menguante.




Luis Vea-Cuarto menguante transcurre sobre la brevedad de las palabras. ¿Te encuentras más cómodo en el espacio de las pocas palabras? ¿En cuál de los tres formatos (cuento, microcuento, aforismo) te sientes mejor?

Jaume Palau-Ciertamente, me encuentro mucho más cómodo en las distancias cortas lleven éstas el membrete que quieran, ya sea de cuento, microcuento o aforismo. Lo importante, para mí, no es tanto el nombre que demos a la criatura sino el plasmar, de la forma más sintética posible, la realidad (no siempre fácilmente perceptible), y la épica de lo cotidiano; inducir a una reflexión y a un posicionamiento ético. Deseo que mis textos tengan la inmediatez de un inyectable, que baste un instante para que circulen libremente en la corriente sanguínea de la imaginación y de la sensibilidad del lector y le proporcionen entretenimiento, provecho, y placer.

L.V-La idea de que tus cuentos tengan un reflejo en imagen. ¿Cómo surge?

J.P-Siempre he estado a favor de la confluencia de las artes, de su porosidad y de su mutua interrelación e influencia. Conozco, desde hace años, a Antonio Luque, un gran artista plástico y galerista de Tarragona, que habitualmente expone en el centro de Europa (Alemania, Austria, Suiza…) con una poética propia no siempre fácil de interpretar, ni del gusto del gran público al que, honestamente, no pretende ni engañar ni seducir y al que admiro porque considera –y en eso coincido con él- que ni la vida ni el arte están hechos para transitar por los rieles del conformismo, de las modas (porque conoce la frase de F. J. Strauss que dice que “quien se casa con el espíritu de su época, enviuda pronto),  ni del lugar común. Fue tan fácil como proponérselo y él, inmediatamente, hizo suyo el proyecto. Convinimos que actuara con la máxima libertad posible, pudiendo hacer un trabajo paralelo a partir, simplemente, del título del libro Cuarto menguante y lo que éste le sugiriera. Yo no tenía porque influir en su proceso creativo. Es más, quedé con él que no lo vería hasta estar acabado. Obviamente le pasé el texto. Por eso me sorprendió el resultado, el hábil trabajo de síntesis que fue capaz de hacer trasladando, a cada ilustración, la esencia de una historia.  

L.V-Imagino que ha habido un proceso de selección de los relatos. ¿Has buscado un nexo común, un hilo que los una o simplemente has hecho una selección pensando en los mejores relatos?

J.P-La selección se ha hecho siguiendo tres criterios: la extensión del texto, que todos los textos fueran detonantes para una reflexión aunque ésta fuera festiva, y a su calidad. Y ya se sabe lo que sucede cuando actúa este tercer criterio. ¿Qué texto seleccionar? Él que ayer te parecía, de forma indudable, que tenía que figurar en el libro hoy ya no lo ves tan claro y pondrías –y terminas poniendo- otro en su lugar. En este proceso me debato en un mar de incertidumbres, dudando de cada opción tomada en el siguiente instante de haberla tomado. Por eso me resulta placentero, y liberador, el ver el libro editado: pues me niega la opción de corrección. Ya se terminó aquel extenuante y estéril trabajo de Sísifo de acarrear el texto hasta la cumbre,  de la selección y de la enmienda constante, de poner hoy una coma que sin duda quitarás mañana. ¡Benditos sean los editores que te sacan el texto de las manos y te liberan de la compulsión de la corrección infinita y de la utopía del texto perfecto!

L.V-No es el primer libro de relatos que escribes, ¿es casi obligatoria pregunta si habrá alguna novela?

J.P-No lo creo. El célebre escritor guatemalteco Augusto Monterroso decía que una novela es una buena preparación para escribir un cuento. Y yo, por ignorancia de esa gran verdad, por atrevimiento y por aturdimiento, he comenzado por el relato corto. Claro que, como bien se sabe, con la edad menguan las facultades y tal vez entonces, y sólo entonces, perpetre una novela, (con todo el respeto, y admiración, que tengo por las grandes novelas y por los grandes novelistas capaces de plasmar un mundo en sus obras).

L.V-¿Qué opinas de la ya tan cacareada idea de que el cuento en España tiene una época dorada? ¿Y lo mismo sobre el microcuento?

J.P-Ya hace años que los suplementos culturales de los grandes diarios van pregonando, como rabadanes en epifanía,  la buena nueva del auge del cuento en España pero ¿cuántas editoriales se dedican, en exclusiva,  a publicar libros de relatos? ¿Cuántos de los grandes sellos editoriales poseen colecciones específicas de cuentos que no sean infantiles? De ambas ¿cuántas se atreven a editar autores desconocidos?
Sí constato un auge del microrrelato por internet. Hay blogs y revistas digitales dedicadas,  en exclusiva,  a su difusión y estudio, tanto españolas como hispanoamericanas, de éstas últimas principalmente argentinas y mexicanas. Entre los estudiosos y recopiladores en nuestro país me vienen a la memoria Clara Obligado y Fernando Valls, entre otros, por supuesto.
Resumiendo: creo que lo del auge del cuento en España, y lo de su época dorada, no deja de ser un lugar común, una leyenda urbana tan falsa y extendida como la de que Hacienda somos todos.




L.V-¿Piensas que el relato y el microrrelato son dos géneros distintos?

J.P-Estudiosos y teóricos de la materia afirman que sí, que son dos géneros distintos con sus propias características y especificidades y, por supuesto,  no seré yo quien enmiende la plana a éstos señores. Yo,  lo único que pretendo al leer un libro, bien sea de poesía o de prosa, al contemplar un cuadro, o al oír música, es que todas estas actividades me procuren, como ya he dicho antes, provecho y placer, que me pongan en contacto con lo desconocido, que enriquezcan mi experiencia y que me hagan un poco más sabio, un poco mejor persona, un poco más feliz.

L.V-De qué forma llegaste al relato como género? ¿Qué autores crees que te han influido?

J.P-De forma natural. De pequeño y adolescente, como todos,  era un voraz consumidor de las novelas de aventuras de Alejandro Dumas, Emilio Salgari, Robert L Stevenson, Walter Scott, etc., que me hicieron recorrer paisajes exóticos, oler los aromas de las calles y zocos del pasado, y compartir con ellos aventuras extraordinarias pues todo buen lector, si la obra está bien escrita, es un compañero de viaje del protagonista. Más tarde, ya en la adolescencia, aprendí a andar por el camino de la literatura y comprendí que me bastaban diez pasos, o uno, diez páginas, o una, para plasmar una situación o un mundo. Hay otros que precisan recorrer mil quilómetros o mil páginas solo para enfrentar la aridez de un desierto sin épica y sin belleza, o para contar una vida tan narcisa como anodina. Por otra parte siempre intento aplicar a mi obra el lema del genial arquitecto Mies Van der Roe de “menos es más”.

Autores que me han influído: Arreola, Kjell Askildsen,  Borges, Carver, Cheever, Chejov, Richard Ford, Monterroso, Alice Munro, Papini, Ribeyro, Salinger, Oscar Wilde… ¡son tantos los grandes maestros que me han influído!

L.V-¿Háblanos de tus proyectos futuros?

J.P-Tengo previsto terminar un nuevo libro de relatos para finales del 2015, de momento sin título definitivo. 


Muchas gracias por tu tiempo, Jaume, y suerte con Cuarto menguante y tus próximos proyectos.

Fotos de la presentación de Cuarto menguante en diciembre de 2013 en Tarragona.

jueves, 13 de marzo de 2014

CUARTO MENGUANTE DE JAUME PALAU



Cuarto menguante
Jaume Palau
Ilustraciones de Antonio Luque
Silva Editorial, 2013.
103 páginas.
15 euros.

Los que se dedican al mundo de lo breve deben tener en la cabeza aquella máxima de Gracián. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Siempre he pensado que es más fácil sacar un buen cuento de una buena novela, que no sacar una buena novela de un buen cuento.

Estas dos reflexiones me vienen al pelo para hablar del libro de Jaume Palau, Cuarto menguante. Ya se habrá dado cuenta el avispado lector que al hablar de la brevedad, ésta iba a tener algo que ver con el título. Si bien es cierto que sabemos que el cuarto menguante es una fase lunar, también lo es el espacio que va haciéndose cada vez más pequeño y, en este caso, el espacio literario. Así el autor, en un ejercicio de osadía, se dedica a hacer historias cada vez más pequeñas hasta dejarlas reducidas a la mínima expresión, que es la línea.

Cuarto menguante viene, a mi modo de entender, definido por tres tipos de ejercicios narrativos. Una sería el relato, otro el microrrelato y otro abarcaría el espacio de la cita o del aforismo. El autor parece sentirse relativamente cómodo en los tres espacios por lo que Cuarto menguante se convierte así en una obra interesante de ser degustada. Cada una de las pequeñas historias, en su brevedad, contiene un universo mayor. Cada cual tendrá sus favoritas.

Antes de hablar de algunas de las historias me gustaría destacar en sí un par de hechos, que no son poco, en este tiempo que nos ha tocado vivir. Un primer dato a tener en cuenta es el cuidado que pone el autor en la elección del vocabulario hasta encontrar aquella palabra que considera más adecuada para cada ocasión, sin dejar de usar cultismos. Hay un tipo de literatura que ha olvidado que es el lector el que tiene que hacer un esfuerzo para entender al autor y no al revés. A esto se le debe añadir una intención de utilizar el bagaje cultural para crear y recrear historias y mitos retorciendo los trasfondos, los tiempos, los espacios o las realidades. Historias que nos suenan al acabar de leerlas. Trasfondos que se adaptan a nuestro tiempo, unas veces con afán de juego estilístico, en otras ocasiones con un propósito medido. Jaume Palau tampoco huye de reinterpretar la realidad del tiempo en el que le ha tocado vivir y se permite criticarlo. En la parte final, la de los aforismos, es más que evidente, pero también lo es en los cuentos y en los microcuentos.

Dicho esto voy a tratar de hablar de algunas de las narraciones que más me han sorprendido.

Empezaré por la primera parte. En El joven que quería ser poeta  (p. 9-13) encuentro ecos de la escritura de Oscar Wilde. Quizá es por la suavidad de la narración o del tono que, en ocasiones, me recuerda a algunos de los cuentos clásicos de Wilde. Un poeta persigue un sueño y es el sueño el que acaba de alguna forma deglutiéndole a él. Realidad y sueño terminan confundiéndose, quizá porque en el ánimo de todo poeta hay algo de la turris ebúrnea, del enclaustramiento de uno mismo. En este caso el protagonista lo lleva al extremo hasta vivir únicamente una realidad que es sueño, ¿o es el sueño el que se convierte en realidad?

El relato Un criterio propio  (p. 15-19) tiene su trampa por lo cual debo ser muy cuidadoso en no desvelarla. Por una parte, es una reinterpretación de un cuento clásico, pero eso no lo sabemos hasta el final. Por el otro, no es más que el conflicto – que no es poco – de una pareja. Eso tan habitual y tan cotidiano. Dejo al lector que descubra ese clásico reinterpretado.

Vejez (p. 21-23) es un repaso vital que se produce con la excusa tan peregrina de tener una erección. En realidad es más, porque la erección acaba siendo el símbolo de la vida a la que el protagonista se agarra, ahora que la muerte está tan cercana. Una historia de eros y tánatos también convertida en una reflexión cotidiana no exenta de profundidad y cierta amargura.

También hallamos ironía en el relato ¡De ninguna manera! (p. 25-27). Sorna que roza lo macabro. Una madre se comunica con su hijo a través de una combinación. Una combinación de números en la que su hijo tiene que confiar. Un relato sobre las relaciones materno-filiales de los personajes.

Los dos relatos siguientes de los que quiero hablar tienen algo en común. Génesis de un asesinato (p. 29-31) contiene la reinterpretación de otro mito cristiano. En el caso de Esa es mi vida  (p. 32-33) recuerdo haber leído un cuento anónimo oriental –luego reintepretado por Jorge Bucay- que tenía un trasfondo similar y un mensaje a modo de reflexión vital. En este último caso nos hace reflexionar sobre la vida, su brevedad y en qué la empleamos.

Curiosamente Jaume Palau tiene varios relatos con un trasfondo de reinterpretación religiosa. Además de este Génesis de un asesinato, también está Navidad (p.39-40), que habla de una moderna epifanía; Un día de abril del año 30 (p. 70), sobre la crucifixión y Lázaro (p.91), sobre el mito del mismo nombre.

De esta primera parte, con los relatos que ocupan más de una página, destacaría dos más. Por un lado, por su trasfondo social y actual, y, también, por lo macabro que resulta la situación una extraña subasta en Rebajas (p. 49-50). Por otro, por lo imaginativo, destacaría El libro del olvido (p. 45-46).

La segunda parte contiene cuentos de menor longitud que la página, aunque también van poco a poco menguando hasta no ser más que unas pocas frases. Cabe destacar El corcel (p.58) que contiene un habilidoso y breve argumento que no descubrimos hasta el final y que obvio desvelar. Manuscrito hallado en una botella (p.67) es también otra reinterpretación de la historia clásica del personaje que encuentra una botella en el mar. En este caso lo inesperado es también el final. Fin de año (p.68) resulta ser algo así como la historia del cazador cazado, en este caso hablando de una pareja y una relación amorosa de por medio. El hombre es bueno por naturaleza (p.75) es otra historia de final sorpresivo en la que el título si bien, parece que no revela nada, no podría explicar mejor el contenido.

La tercera parte es difícil explicar sin desvelar el contenido narrativo que a veces da más la impresión de contener verdaderas filosofías de vida. Mejor destacaré, de entre todos ellos, un par de aforismos:

“Y dijo Dios “no es bueno que el hombre esté solo”. Y creó los papeles. (p.97).

“Lo positivo de la gente que habla sola es que, como mínimo, no hay que esforzarse en darle conversación” (p.99)

Finalmente mencionar el magnífico trabajo de síntesis visual del ilustrador, Antonio Luque, que prácticamente con pictogramas da imagen al contenido de los cuentos.



Cuarto menguante o por qué una obra de arte también puede ser breve.

domingo, 2 de marzo de 2014

FOTOMATÓN DE FELIPE ZAPICO ALONSO Y SANTOS M. PERANDONES


Fotomatón
Felipe Zapito Alonso y Santos M. Perandones
Eolas ediciones, 2013
77 páginas
15 euros.

¿Qué fue primero la imagen o la palabra? ¿Qué llevó a qué? Su autor, el de las palabras, Felipe Zapico descubría hace poco el misterio en Barcelona. Unas cuantas imágenes llevaron a las palabras, unas cuantas palabras llevaron a las imágenes. Si fuera un partido de fútbol hablaríamos de empate. Empate en esfuerzos e intenciones. Y es que Fotomatón es un poemario, poemario también visual, que acaba siendo de intenciones. De palabras que dejan abiertas las ideas para que continúen dando vueltas en nuestras cabezas. Imágenes que dan paso a sugerencias, a pensamientos. La brevedad del símbolo y la brevedad de la palabra, que no deja de ser también un símbolo.

Fotomatón, tal y como se titula acertadamente el libro, da pie a imágenes literarias o visuales que se definen por la detención en un momento preciso. Imágenes y palabras de foto fija. Frescas, sensuales, vitales, a veces también básicas pero sugerentes. Un ejemplo (p.38):

“Entre los dedos
escapa
la vida.
Los sueños
se
fueron
hace tanto tiempo ya.”

Con una escritura sencilla el autor logra diseccionar los momentos con la clarividencia del bisturí y del escalpelo. Ese uso de palabras sencillas hace universales sus mensajes sin necesidad de retorcerlos. Es directo, pero no simple. La palabra se alía con el autor para garantizar el resultado buscado. Unas veces el mensaje resulta tan certero como universal la metáfora o la paradoja (p.46).

“Ni siquiera el palillo
puede
sacarte
de entre mis dientes”

Así,  el autor de Cosas, El ladrón de peras o Balances parciales nos aboca a reflexionar sobre nuestras vidas a través de la suya, sobre el mundo que nos rodea a través del suyo, a tomar conciencia del tiempo, del espacio, del momento a través de su propio tiempo, espacio y momento. Nos atrapa es su certidumbre para abandonarnos a nuestras dudas. Quizá nos aporta unas veces una luz, en otras ocasiones nos deja todavía más perplejos, pero sus idas y venidas no dejan indiferente. Sus palabras son como callejones que se abren, o como cajas que se cierran. Como las imágenes que las acompañan (p.56)

“… un leve rastro
de sangre
casi en la comisura
de mi alma”


Y de lo breve acaba naciendo todo.