jueves, 15 de mayo de 2014

LAS SUMAS Y LOS RESTOS DE ANA PÉREZ CAÑAMARES



Las sumas y los restos
Ana Pérez Cañamares
Devenir, 2013
131 pp
12 euros


Uno de los rasgos que se perciben en la escritura de Ana Pérez Cañamares (1968) en su poemario Las sumas y los restos es la humanidad. Cualquiera puede llegar a entender el poemario si posee esa cualidad. Sin embargo no es un rasgo neutro. Ana Pérez Cañamares practica una humanidad militante, una humanidad combatiente. Es por esta razón por la que algunos de sus versos, tras una faz de dulzura, dejan un mensaje profundo, corrosivo, de los que se recuerdan.

Las sumas y los restos es un poemario que ganó el Premio de Poesía Blas de Otero en la convocatoria de 2012. Está dividido en seis partes. Cuatro vienen conformadas por los puntos cardinales. Dos más se unen para encontrar Los tesoros y un Epílogo.

Recuerdo haber tenido la ocasión de leer un libro en el que aparecían algunos poemas suyos,  23 Pandoras, editado por Baile del Sol. Aquel era un poemario en el que alzaban la voz un conjunto de mujeres. De alguna forma también era un libro militante. Han pasado más de cuatro años desde aquello. Probablemente podríamos decir que la autora y su poesía han crecido.

Pérez Cañamares parece plantearnos una brújula vital. Una brújula con la que cada uno de nosotros podemos sentirnos cercanos porque aquello de lo que habla es parte también de nuestras vidas: habla de pequeñas grandes cosas de lo cotidiano. Y ella misma, quizá como un propósito, lo viene a señalar desde un principio (p.18):

“Si aprendiera a cuidar lo pequeño
lo grande permanecería a salvo”

Toda una declaración de intenciones que se va desgranando a lo largo del libro. Sin embargo en lo pequeño también hay luchas y reivindicaciones y derechos que proteger y vidas que proteger y eso también está en su poesía, por eso alza la voz (p.47) y dice:

“A la revolución por el hartazgo”

Y a veces para llegar a conclusiones nos obliga a hacer un inventario de nuestras propias miserias, de los cuerpos dejados en las cunetas, de las vidas desperdiciadas en aras de ideales que sólo han favorecido a unos pocos. De la bota que pisó y sigue pisando y para ello hace falta no olvidar y dejarlo por escrito, aunque se repita, precisamente para que no se repita (p. 32):

“Dicen que a los supervivientes de los campos
les dolía la primavera. Cómo podían los árboles
retoñar sobre las fosas comunes”

Versos de una humanidad crítica que no se limitan a señalar, a recordar, tienen propósito de continuar hasta nuestros días, por eso añade en el mismo poema:

“En el infierno la primavera era una ofensa.
Aquí es una burla: mostramos por una ventana
un paraíso prometido que siempre cae en lunes”

Y por si hay duda de que de aquellos polvos vienen estos lodos, o dicho de otra forma como los hechos se suceden unos a otros hasta llegar a la actualidad, demostrando que toda historia es cíclica porque la estupidez humana también lo es, añade (p.30):

“Sé que es la hora del telediario
porque me siento carroña”

Es una voz cercana la que nos va llevando de un tema a otro, de un hecho a otro, no hay artificios, las palabras son simples, los finales de los versos son claros, meridianos, contundentes. Tras la suavidad de la voz, la palabra deviene grito y conclusión. Y la conclusión no nos deja descanso (p.23):

“ahora soy por fin una niña que balbucea
fascinada por la belleza
                              de su fracaso”  

Y, en realidad, su fracaso es el nuestro, porque lo que dice podría decirlo cualquiera de nosotros, porque sus palabras sienten a ras de piel y a ras de tierra. Palabras que son contornos que nos envuelven (p.36):

“Nos miran sin entender para qué o quién vestimos
por qué nos acicalamos para ir al matadero”

No hay remedio posible. Así lo señala. No queda más que vivir aunque vivir no sea un remedio (p.42):

“Pero el remedio es imposible:
a la vida –siempre distinta-
el miedoso la llama amenaza”

A veces la mirada de la autora muestra una desgarradora sensatez (p. 44) y da la impresión de que en cualquier momento pueda tirar la toalla (p. 51):

“solo si la palabra humanidad
es sólo una palabra de cuatro sílabas”

Pero no hay tregua que pactar, no hay espacio para sentirse vencido, hay que levantarse y buscar nuestro lugar. En el de la autora los animales tienen su hueco. Se percibe su ternura, su amor y su defensa (p.59):

“Al final un arañazo para dejar bien claro
que la ternura no es una mercancía”

Hablaba de una humanidad militante, cuando me refería a la poesía de Ana Pérez Cañamares. Hay veces en las que me siento particularmente inclinado a acercarla a la de Antonio Orihuela. Probablemente encuentro puentes entre ambos. Por el mismo camino entiendo cuando los demás nos señalan, lo entiende la autora, cuando negamos las tergiversaciones y no nos sentimos culpables más que para ironizar (p.57):

“Los errores no están tanto en mi vida (…)
El error está en cómo interpreto todo:
la mala traductora que soy”

Y pasadas las heridas, llegan también los recuerdos, las partes de nosotros que dejamos atrás, que también tienen cabida en Las sumas y los restos (p.101):

“Nosotros no teníamos pueblo.
O mejor dicho: habíamos tenido
y nos lo habían quitado”

Los recuerdos también traen dolor (p.85):

“En este mundo la muerte no es definitiva.
Sólo la crueldad extiende su imperio.
Y así llevamos cuarenta años, como aquél”

Alusiones a las guerras, a la dictadura. También recuerdos de las pérdidas cercanas (p. 113):

“Desde que murió,
mi madre me está leyendo.
Ya no soy su hija.
No soy una preocupación”

Es inevitable extraer conclusiones, como hace la autora (p.109):

“La cadena más pesada caería
si mirara al pasado como
a un hijo recién nacido, o
como a un padre recién muerto”

Que las conclusiones nos sirvan para vivir (p. 96):

“Hubo un tiempo en que la vida
y el mundo eran pareja.
Ahora se están divorciando”.

El libro termina en Los tesoros, que contiene algunos de los pasajes más tiernos recordando a los padres que fallecieron. Y extrae su propio epílogo.

Las sumas y los restos de Ana Pérez Cañamares, humanidad combativa, lecciones de vida hechas poesía. Porque poesía y vida son lo mismo.


domingo, 11 de mayo de 2014

AVUI FOSQUEJO MORTA/EL SILENCI PLOU SOBRE LES PEDRES DE MARIAN RAMÉNTOL SERRATOSA I CESC FORTUNY I FABRÉ



Avui fosquejo morta/ El silenci plou sobre les pedres
Marian Raméntol Serratosa/ Cesc Fortuny i Fabré
Ed. Alvaeno, 2013
63+63 pàgines
12 euros


Es difícil trobar un poemari que reflecteixi bé dues veus contraposades que, a la vegada, es complementen. Un amic em deia que Marian Raméntol i Cesc Fortuny eren como una mena de ying i yang poètic. Una simbiosi de l´un cap l´altre. I es veritat. Ambdós autors, que comparteixen llibre, a la vegada complementen les seves veus. No resulta estrany donat que la seva contribució a la poesía, música i cultura en general ja es reconeix a Barcelona ciutat i potser a Catalunya. El llibre que ve distribuit per un inrevés estructual – ja m´entendrà qui l´ha tingut a les seves mans- ve prologat per l´Eduardo Moga. Un pròleg que mereix una especial atenció doncs no es limita a donar complaença als autors, tracta de fer una anàlisi acurada i a la vegada apropar les seves poètiques. Un exercici gens fàcil.

De la poética de la Marian Raméntol destaco una certa sensualitat, però no una sensualitat comú, és una sensualitat conreada a l´espai, als buits del cos. La contínua al.lusió als nostres forats corporals i a vegades a la nostra buidor (p. 18):

“Si la paraula es bomba,
obre-li el ventre
per tal que el discurs no perdi el cap”

O també (p.23):

“Avui fosquejo morta, morta com la nit
que s´escola pel desguàs, molt endins,
amb el silenci regalant per l´esfinter”

En destaco un troç més però de ben segur podria posar més exemples (p.25):

“ben humit a l´eixida de la meva claveguera,
i et prometo que tornaré a fecundar-me”

I també en aquesta sensualitat ens trobem amb l´aigua, líquid elemental i fonamental (p.27):

“L´aigua baixa plena,amb el teu nom”

I també (p.28):

“Les dents menudes de l´aigua
em sancionen”

I (p. 36):

“Una absència innavegable
em mira des del penja-robes”

Poemes en general molt breus amb imatges potents i visuals, son com senyals punyents que esgarrapen i t´obliguen a continuar.

Son comuns alguns recursos estilístics com la paradoxa i les sinestèsies (p. 45):

“Amb les corbes suspeses i els ulls inflats,
plous àridament sobre el solatge”

Un estudi curós de les paraules i del llenguatge.

Per contra en Cesc Fortuny planteja una veu més dura, probablement més violenta poèticament (p. 10):

“ Fins i tot la terra ens vol morts,
suaus com un tros de carn picada”

I les seves paraules, moltes vegades d´una escatologia arrelada a la terra, sonen no ja punyents, inclús els seus sentiments son desagradables donat que ens plantegen la disjunció de pensar en nosaltres mateixos com una forma de viure (p. 12):

“ arraulit a la seva fredor,
on els mots tenen mamelles
com una gola passiva
que em retorna a la matriu”

Mare terra engendradora, mare terra que ens ho dona tot i on nosaltres li retornem tot (p. 14):

“ets com el vi, begut  a la força,
com l´orina de la terra”

Els poemes de Cesc Fortuny son, a vegades, narratius: Infeliç, la sal anuncia les meves petjades, A la terra del mirall, El mercuri que crei a les algues dels meus dintres, etc…

I altres la seva prosa s´enteranyina i acabo recordant, com també ho fa l´Eduardo Moga, alguna cosa d´en Vicente Aleixandre (p. 23) malgrat la distancia i el temps.

També la insistència en lo primigeni, en els líquids que dónen vida (p. 27):
“una lleterada vegetal que em clava les arrels a la boca”

I, al mateix poema:

“on creixen els cabells de la tarda, i s´alleten”

És la poesía de Cesc Fortuny una poesia que desasoga, que no permet descans algú. A vegades captem un cert surrealisme (p.35):

“El penis és un fantasma líquid i superflu”

O també (p. 38):

“Sóc l´epilèpsia del llampec”

Paraules dures com si no hi hagés remei (p. 47):

“La gent que no sap avorrir-se,
es torna imbécil”

Curiosament el darrer vers diu (p. 61):

“la llum del perdó està trencada”