sábado, 13 de abril de 2013

LA MUERTE DEL CORAZÓN DE ELIZABETH BOWEN



La muerte del corazón
Elizabeth Bowen
Traducción: Eduardo Berti
Editorial  Impedimenta, 2012
402 páginas
23,95 €

Elizabeth Bowen (1899-1973) nació en Dublín (Irlanda). Cuando su padre comenzó a tener problemas mentales en 1907 se marchó con su madre a Inglaterra (Hythe, Kent) y, tras la muerte de su madre en 1912, Bowen se mudó a vivir con sus tías. La experiencia de la orfandad está presente en esta novela.  Cursó estudios de arte pero decidió dedicarse a la escritura. Fue entonces cuando se unió al Círculo de Bloomsbury (Virginia Woolf, Lytton Strachey, Edwar Morgan Forster, Katherine Mansfied, entre otros). Tenían en común un gran desprecio por la religión, estaban en contra de la moral victoriana y el realismo del siglo XIX. Por otra parte, todos se consideraban miembros de una élite intelectual ilustrada, de ideología liberal y humanista y propugnaron especialmente la independencia de criterio y el individualismo esencial. Se casó en 1923 aunque mantuvo varias relaciones extramatrimoniales entre ellas con un diplomático canadiense, un escritor irlandés y una poeta estadounidense. Escribió La muerte del corazón en 1938 y es considerada una de las novelas más importantes de la narrativa inglesa.

La muerte del corazón está ambientada en el Londres de entreguerras y narra la historia de Portia Quayne una joven de dieciséis años que, a la muerte de su madre se tiene que ir a vivir a Londres a casa de su hermanastro Thomas y de su mujer Anna.

La muerte del corazón  está dividida en tres partes. En la primera, El mundo, conocemos a los personajes en todo su esplendor: Portia, la protagonista, que ha vivido siempre alojándose en hoteles, y, como consecuencia de su orfandad, tendrá que ir a vivir temporalmente a casa de su hermanastro Thomas Quayne. Vive en una lujosa vivienda, en Windsor Terrace junto a su superficial mujer, Anna. Portia hará gala de una extraordinaria capacidad de observación y se dará cuenta de que realmente está sola.

A lo largo de toda la narración, la protagonista escribe un diario, infantil si cabe, pero en el  que irá describiendo todo lo que observa en su entorno. No sólo nos contará lo que ha hecho en el colegio sino que veremos cómo evolucionan sus sentimientos.

Alrededor de estos personajes van apareciendo otros que no son mejores que los familiares de Portia: Saint- Quentin, escritor; Eddie, un arribista. Ambos amigos de Anna y a los cuales Thomas no quiere ni ver, o el comandante Brutt, conocido de Anna que, después de abandonar el ejército, vive en condiciones bastante precarias y pretende que Thomas le ayude a encontrar un empleo, pero  Thomas no tiene ninguna intención, de hecho hace una descripción realmente cruel de él: “Los modelos de hombre tienen sus épocas, al igual que los modelos de coches: el comandante Brutt era un modelo 1914-18: ya no había mercado para él” (pág 112).

 La única persona que le hará caso a Portia es Matchett, ama de llaves de la madre de Thomas que, a la muerte de esta, decidió que no se podía separar de los muebles: “Cuando hicieron hueco para los muebles, hicieron hueco también para mí y pudieron ver que nada iba a cambiar en sus vidas” (pág.101). Son muy interesantes sus reflexiones.

La soledad que siente Portia la llevará a enamorarse de Eddie. Eddie pertenece a un hogar humilde pero estudió en Oxford. “En Oxford lo habían aceptado y habían jugado con él a su capricho, ponderándolo, criticándolo y asignándole por fin la función de un  idiota”. “Sus modales (…) se habían vuelto firmes, vivaces y repletos de confianza. Se había convertido en todo un arribista” (pág. 78). Es un ser bastante inmoral y esto se podrá ir observando a lo largo de toda la novela.

En la segunda parte de La muerte del corazón, La carne, como consecuencia de un viaje que realizan Thomas y Anna a Capri, Portia debe trasladarse a casa de la señora Heccomb, antigua institutriz de Anna y por la que siente auténtica adoración. Vive en Seale, en una casa frente al canal de la Mancha y con Daphne y Dickie, hijos de su difunto marido. Aquí Portia vivirá una vida completamente distinta. La casa de Windsor Terrace es absolutamente rígida y superficial mientras que en Waikiki (así se llama la casa), la vida es más espontánea aunque rige la más absoluta corrección: se puede gritar pero no decir palabrotas y se mantiene una actitud púdica en todo momento. La casa siempre tiene gente, amigos de Daphne y Dickie con los que Portia se relacionará aunque el problema llegará cuando Eddie viene a pasar un fin de semana. Ella está muy ilusionada con la llegada de Eddie. Elizabeth Bowen hace una reflexión muy interesante al respecto: “Las ilusiones son la forma más temeraria del sueño; pero los sueños se cumplen en el mundo despierto: la diferencia es sutil y a menudo dolorosa” (pág. 237). Todo se complica a su llegada y Portia comenzará a darse cuenta del carácter voluble de él.

En la última parte de La muerte del corazón, El diablo, Portia vuelve a Widsor Terrace y descubrirá la farsa de su relación con Eddie y con el resto de su familia.

La muerte del corazón es la historia de la pérdida de la inocencia y  desde la primera línea sabremos que no tendrá un final feliz: “La inocencia se encuentra tantas veces sometida a falsas situaciones que los individuos interiormente inocentes aprenden a perder la ingenuidad” (pág. 131).  Esta es la frase que define la narración y la imagen que he tenido en todo momento de Portia Quayne durante la lectura es la del cuadro que ha utilizado Impedimenta para la portada. Es una extraordinaria novela que no deja indiferente al lector.