La
segunda vida de Viola Wither
Stella Gibbons
Traducción: Laura Naranjo y Carmen Torres García
Ed. Impedimenta, 2013
453 pp
22,75 €
Stella Gibbons (1902-1989) nació
en Londres en un entorno familiar de
clase media inglesa y con un padre aficionado al alcohol y al láudano y un profundo odio hacia las mujeres. Esto fue
utilizado por Stella Gibbons en parte de su obra y, quizás, uno de los
personajes de esta obra, Victor Spring, sea el reflejo de lo que ella vivió. Fue
periodista y escritora de novelas, relatos y poesía, pero es reconocida
especialmente por la novela La hija de Robert Poste (1932) y su secuela Flora Poste y los artistas (1949).
Publicó La segunda vida de Viola Wither en 1938 y en ella nos narra las
vivencias de Viola, una joven guapa y sencilla, hija de un aficionado al teatro
y que, a su muerte, la deja en una
difícil situación económica.
Viola decide casarse con Teddy Wither, joven
adinerado y por el que no siente ningún cariño. Pero al poco tiempo este
también fallece y ella se ve obligada a vivir con los padres de Teddy, en
Essex, porque su marido también carece de fortuna.
Los señores Wither son una
familia burguesa que vive en un entorno opresivo, rural y bastante aburrido. Él está obsesionado con
el dinero y quiere controlar las inversiones de todos los miembros de su
familia. Ella es una mujer sumisa y muy conservadora y en la novela su vida
sufrirá un importante revés.
Además de su hijo fallecido
tienen dos hijas solteronas e inútiles:
Madge, de treinta y nueve años, interesada por el deporte y los perros
y Tina, de treinta y cinco, cuyo único interés es su cabello, la moda y
los libros de psicología femenina.
Cuando Viola se instala en
The Eagles (así se llama la casa de los Wither), no es muy bien recibida. La
señora Wither no entiende cómo su hijo se casó con una vulgar dependienta y su
suegro pretende controlar todo su dinero, sin saber que no tiene ninguna fortuna.
De hecho, con la única persona con la que llega a tener una cierta amistad es
con Tina.
La vida en The Eagles es
bastante aburrida: “Madge no era muy
ducha en interpretar sus sentimientos con claridad; solo sabía que siempre
estaba más contenta en el desayuno que en la cena” (pág. 12) pero todo
comenzará a cambiar cuando aparecen en escena algunos personajes masculinos: Victor
Spring, un joven apuesto y rico, del que
se enamorará Viola y Saxon Caker, el guapo chofer de la familia Wither, del que
se enamorará Tina.
La
segunda vida de Viola Wither nos recuerda a La Cenicienta aunque los personajes no
son como en el cuento. Ni Viola es una fregona ni Victor es un príncipe azul.
Todo empieza en un baile
estival, en casa de los Spring. Victor, el primogénito de la familia, además de
ser guapo y rico es un joven profundamente machista. Según Gibbons “su opinión era estúpida, retrógrada y
ultramasculina. Nunca abandonaba la idea (…) de que a las mujeres había que
mantenerlas ocupadas con algún entretenimiento puramente femenino como coser,
arreglar flores o cuidar niños hasta que un hombre requiriera su atención”
(pág 295). A Victor “las mujeres que sobrevolaban océanos,
ganaban carreras de coches, escribían novelas brillantes o dirigían grandes
negocios no le despertaban ni un ápice de admiración” (pág. 295). Vamos,
todo un dechado de virtudes. Pero Viola será muy feliz con él.
Como toda la obra de
Gibbons, La segunda vida de Viola Wither
es una novela inteligente y cargada de ironía. Stella Gibbons tiene una
escritura clásica, no en vano es admiradora de Jane Austen. En Westwood criticaba la aristocracia
londinense y en esta novela lo hace de
la burguesía rural con ciertos dejes victorianos: no tolerar matrimonios
dispares, actuar de determinada manera por el qué dirán, en definitiva,
aparentar. Todo ello hace que alguno
de los personajes quieran huir de Sible
Pelden para instalarse en Londres.
De hecho, el escándalo se
produce cuando Tina se enamora de Saxon, el chófer de la familia, y se casa en
secreto con él antes de que éste herede una fortuna:” me enamoré de él en cuanto llegó. Es muy guapo y en esta casa… (…)
Ninguno de nosotros es guapo y la vida que llevamos tampoco es bonita. (…) Ninguna
mujer puede resistirse a eso, compréndalo padre. Sobre todo una mujer de mi
edad que lleva años hambrienta de sexo… “(pág. 307). Imagínense este
comentario en 1938.
Y al final de la novela,
cuando Viola y Victor se están casando en la Iglesia de Sible Pelden, Gibbons
se atreve a desvelar cuál será el futuro de todos los personajes.
Es una novela magistral.
Divertida, tierna, sensual, en donde viviremos fiestas estivales, escapadas
nocturnas al bosque y bodas con final feliz. Una fantástica lectura para
disfrutar durante las vacaciones de verano.
Es una suerte que
Impedimenta celebre sus cien títulos con esta novela y ponga a nuestro alcance
la obra de esta gran escritora y en estas ediciones tan cuidadas.
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