lunes, 21 de noviembre de 2011

EPIGRAFÍAS DE MANUEL RIVERA MORAL


Epigrafías
Manuel Rivera Moral
Silva Ed, 2011
77 pp.
10 euros

Trazar una ruta por lugares que el autor considera imprescindibles o quizá llegar a conocer a los personajes que a Manuel Rivera Moral (1962), autor del poemario Epigrafías, le parecen importantes. No siempre lugares especialmente conocidos ni personajes necesariamente muy renombrados. Epigrafías parece recorrer el epitelio literario del autor.

Dice la Real Academia de la Lengua en su diccionario que epigrafía es la ciencia cuyo objeto es conocer e interpretar las inscripciones. Sin duda de inscripciones hablamos pero también de huellas, de testimonios, de palabras que el tiempo deja, de historias que el viento trae.

Divide el autor su libro en tres partes. La primera, plagada de escenarios -Delfos, Parnaso, Castillo de Montaigne, Central Park- y de personajes -Prometeo, Orfeo, Dylan, Sísifo, Mesalina, César-... Estos sólo en el segundo poema. De eso se trata, de interpretar lo que el autor nos acerca que no son sino pequeñas intrahistorias a las que da forma de poema. El propio Manuel Rivera nos hace partícipe de sus intenciones poéticas desde un primer momento y deja muy claro el propósito (p.9):

En un principio, escribimos
por atraer las cosas
y llevarnos la vida con nosotros.

A lo largo de los poemas, muchos de ellos arraigados en el clasicismo griego y romano, suceden pequeñas cosas. No sabemos si realmente sucedieron de ese modo, pues el autor se convierte en el cronista de estos pequeños acontecimientos (p.17):

Explica el epitafio: “conocí el aplauso del público
mas no el triunfo de haber corrido en cuadriga”.

Y uno acaba extrayendo la esencia máxima de cada pequeña historia en pocas palabras (p.18):

“si es una vergüenza
ser el segundo hombre en el Everest
tendré que vivir con esa vergüenza”

Parece que la pequeña cotidianidad se sucede en las palabras que quedan para la posteridad, trazando minúsculos y breves retratos. Retratos que son muestra de una sutil filosofía de a diario.

No huye, sin embargo, Manuel Rivera, de intentar construir puentes desde el pasado al presente - y quién sabe si al futuro- dando en el clavo con algunos versos finales que son mazazos, demostraciones fehacientes de nuestra escasa capacidad para comprendernos y comprender (p.23):

“bajorrelieves de Nínive,
galerías del Británico,
petróleo de Irak”

Y en este camino de transcripción también hay lugar para análisis y crítica (p.25):

Aquel niño que lo miraba
sin chistar,
ahora es un hombre vivido
y lleno de debates
sobre culturas, verdades
reveladas, religiones, naciones,
misiones y “pueblos elegidos”.

Ese niño, ya hombre, podría ser cualquiera de nosotros y su historia la nuestra.

Y bien, estas Epigrafías son del pasado como del presente, o de un pasado cercano. De otros países, de otras civilizaciones, ciudades o lugares, de otras épocas y también de aquí, dejando testimonio de lo que también sucede (p.31):

Manuel Benítez El Cordobés
(...)
confiesa a su compadre Camarón,
(...)
“yo nunca mate ese animal,
me acordaría por sus ojos y mi miedo”

Quizá el poema Progresión geométrica da la medida de nuestro momento y cuán revelador resulta ser para la actualidad de codicia, crisis y miseria.

Si la primera parte del libro, Fabupoemas, habla de nombres más conocidos, la segunda, Cartas y Tatuaje, nos sitúa en el lugar de los anónimos. Así encontramos finalmente un cierto humanismo de lo cotidiano (p.58):

no se llama “maestro”
a cualquiera.

Y también en (p.60):

El amor o la amistad
-ejercicios de fe y estilo-
perdieron su mayúscula.

O (p.55):

(…) que un breve y pródigo
destierro sea
el único castigo para
estos héroes ridículos.

Palabras sencillas y contundentes, sentimientos que se aferran y se revelan terriblemente humanos, angustiosamente cercanos.

Así la tercera y última parte del libro parece retomar el principio y deja buen sabor de boca en su epílogo, no en vano el autor ha trazado a lo largo del tempo del poemario toda una trayectoria de la historia de la cultura (p.76):

Valgan lo vivido, la fábula
y el garabato.

Filosofía de vida que trasciende desde el trazo elaborado hasta el más casual.