jueves, 25 de septiembre de 2014

VERSOS DE INVIERNO (PARA UN VERANO SIN FIN) DE MATÍAS ESCALERA CORDERO



Versos de invierno (para un verano sin fin)
Matías Escalera Cordero
Ed. Amargord, 2014
67 pp.
10 euros

Llego a estos Versos de invierno (para un verano sin fin) de Matías Escalera Cordero a punto de terminar el verano. Y quizá suene raro hablar de invierno a punto de dejar el verano. Así lo hace el autor. Matías Escalera es un conocido poeta que enmarca su obra en la llamada poesía de la conciencia crítica en donde se sitúan otros autores como Antonio Orihuela, Jorge Riechmann, Isabel Pérez Montalbán, etc. Así lo destaca Alberto García-Teresa en su ensayo Poesía de la conciencia crítica 1987-2011, editado por Tierra de Nadie ediciones el pasado año. Es el mismo García-Teresa el que prologa la obra Versos de invierno (para un verano sin fin) haciendo hincapié en algunas constantes del poemario: los usos fragmentarios del texto, también de los puntos suspensivos  y un trasfondo de crítica hacia el sistema de poder.

Es el verso de Escalera un verso largo, un verso explicativo que nunca concluye, un verso abierto y abiertamente crítico. Un verso que bajo la placidez inicial suele llevarnos a un recorrido no imaginado. Es por esta razón que encontramos un título tan peculiar. Durante todo el poemario surge la figura del veraneante. Ese ser que vive en una especie de semi inconsciencia, ajeno a la realidad, en un mundo en el que lo único que importa es la despreocupación y el verano. Es algo así como vivir con una venda en los ojos. Es una metáfora de lo que el poder hace con nosotros. Nos vela los ojos con promesas de diversión, nos da un día sí y otro también consejos para olvidar la preocupación, para ser felices como si ingiriéramos las pastillas soma de los personajes de Aldous Huxley en Un mundo feliz. No en vano hay una soterrada denuncia a nuestra ceguera ciudadana.

No hace falta pasar muchas páginas para encontrarnos con un poema cuyo título nos indica por dónde van los tiros: El secreto de los veraneantes ciegos (p.19):

“Insiste –veraneante- hasta la oscuridad…
Hasta la ceguera irremediable”

Evidentemente, no habla el autor de ceguera producida por el sol, en realidad habla de ceguera social y el veraneante puede ser cualquiera de nosotros.

En el poema siguiente, Los cinco sentidos, encontramos una especie de metapoema. El autor viene a utilizar los paréntesis para crear un nuevo poema que casi puede ser leído independientemente del resto del texto. Presentado como un texto, a simple vista aclarativo, viene a ser el leit motiv de la realidad.

De vez en cuando el verso se vuelve más directo, diría yo que también más duro (p.27):

“(cuando) Gritar no nos asigna lugar alguno: ni lo exacto
… tampoco nos justifica…”

Frases de una contundencia lapidaria que el autor va desgranando (p.32):

“Lástima de bloque ahogando el mar (mientras la piel arde
               y el mundo arde
               por los cuatro costados…)

El verano no parece tener fin, como nuestra inconsciencia. El verano, metáfora del autor para hablar de nuestra cerrazón, de nuestro engaño. Por eso un título como Memoria de otro verano sin fin, porque nuestro espejismo no acaba nunca. Sigamos cerrando los ojos, sigamos tomando soma. Todos sabemos que pocos leerán mensajes apocalípticos.

 Más directa todavía es su Perfomance o postpoesía (decídanse) (p.38):

“(…) la increíble puesta en
 escena de esos millones de trabajadores cobrando sus nómi-
nas cada final de mes; o esos millones que son despedidos,
deslocalizados o subsidiados(..)”

Y, poco después (p.39):

“Son tantos, al fin y al cabo, los modos de materializar (y
materializarse) nuestra sumisión…”

Tantas razones para la insumisión y tan cercanas. Versos que se hacen cercanos porque describen la realidad misma de lo que somos y vivimos, nosotros los veraneantes.

También es parte de los textos, artificios de humor negro e ironía (p.54), quizá escapatoria poética…

Al final unos versos del Epílogo inevitable, tan certeros (p.67):

“Volver a casa (ocupar la celda…) Y recuperar tu puesto
Asignado de antemano
En la fila…”

Versos de invierno (para un verano sin fin) para lectores que no consumen soma.


lunes, 8 de septiembre de 2014

EL DIAGNÓSTICO DE EDITH WHARTON


El diagnóstico
Edith Wharton
Traducción de Susana Carral
Breviarios de Rey Lear, 2014
72 páginas
9.80 €

Edith Wharton (1862-1937) proviene de la alta burguesía neoyorquina, aspecto que le otorga una buena fuente de información sobre las costumbres de la clase social a la que pertenece y que  reflejará en sus novelas y relatos.

Conocí la obra de Edith Wharton con La solterona, en ella se puede observar la fuerza psicológica que poseen sus personajes, sobre todo los femeninos,  y la carga crítica hacia esa sociedad hipócrita, clasista y cerrada.

En El diagnóstico (1930) no defrauda. Es un relato de apenas 60 páginas en el que, de una manera irónica,  nos  retrata  a uno de esos personajes que tan bien conoce: un hombre de la alta sociedad norteamericana,  hipócrita, egoísta,  profundamente machista y, además, hipocondríaco.

Paul Dorrance es un soltero acomodado de mediana edad que cree que va a morir. Pese a que los médicos le han confirmado su buena salud, cree tener una enfermedad incurable y, por tanto, llegará de manera inminente su muerte: “Al hacerlo, su mirada tropezó con una hoja de papel que descansaba sobre la alfombra, a sus pies (…). Allí tenía la verdad. En aquel papel del suelo se encontraba escrito su destino” (pág. 20).

Eleanor Welwood es su amante. Una relación secreta sin amor, al menos por parte de él. Es un hombre egoísta. Sólo la quiere para que le cuide y esté a su lado durante la enfermedad. Al principio pudo haber pasión pero ella era una mujer madura. “Ella lo había cautivado, pero nunca hasta el extremo de desear que fuera libre para casarse con él” (…) “Todos pertenecían al mismo grupo social, pequeño y restringido” (pág. 26).

Cuando los médicos le diagnostican que no va a morir,  él hace la siguiente reflexión:” (…) podría ser el momento adecuado para hacerla ver, con gran delicadeza, que lo suyo no podía continuar para siempre- nada es eterno- y que, a la edad de él y con la nueva perspectiva de la salud recuperada, lo lógico sería aceptar que cualquier hombre tendría sus puntos de vista propios, sus propios planes; que incluso podría pensar en contraer matrimonio…casarse con una joven, tener hijos, una casa en el campo… (pág. 19).  Profundamente machista.

Lo cierto es que, como consecuencia del informe médico que descubre, las cosas cambian y su cobardía hace replantearse esta reflexión. Enfermo de muerte decide casarse con ella. Sin amor, por supuesto.
“Una nueva forma de egocentrismo, más virulento e impaciente que el otro, dictaba sus palabras y sus gestos…y él lo sabía. Sólo se casaba para situar un centinela entre su persona y la presencia que acechaba en el umbral (…) (pág. 32).

Durante su viaje de novios por Europa,  pide una nueva opinión médica. Todo cambiará y la autora le dará un giro sorprendente al final del relato.

¿Cómo se puede decir tanto en tan pocas páginas? Pues se puede y de manera magistral.

He llegado a El diagnóstico  gracias a  Izaskun Legarza, propietaria de la Librería de Mujeres de Santa Cruz de Tenerife, un espacio maravilloso para encontrar muy buena literatura y actividades literarias muy interesantes. Ella me aconsejó esta espléndida obra y, como siempre,  acertó.