domingo, 16 de octubre de 2011

ENTREVISTA A ANTONIO JIMÉNEZ PAZ


   


El último libro que publicaste, excluyendo esta antología, Casi todo es mío, mostraba una capacidad de síntesis y de polisemias que hacía complicada la lectura por decir mucho en pocas palabras. ¿Era ese el propósito?

Ese último libro, Casi todo es mío, no puede desligarse de los anteriores, viniendo a estar cada uno construido de una forma diferente aunque uno sea su autor. Nunca hasta ahora he escrito varios libros a la vez, lo que significa que en mi caso la escritura de cada uno viene hilada por una determinada y obsesiva atmósfera, preocupándome ante todo matizar temática y estéticamente el libro anterior. Digámoslo así: mis libros se van sucediendo, resultando cada uno una vuelta de tuerca más sobre lo mismo. En este sentido es explicable esta condensación que indicas del último, porque he ido del prosaísmo a la mínima expresión. Algo me ha hecho darme cuenta que no por más palabras, más versos, se consigue decir más de lo que se pretende, hasta tal punto que esa síntesis polisémica me ha parecido más expansiva, por sus múltiples significados y porque incomoda al lector, al que dejo en sus manos la resolución del enigma propuesto, casi un puzle, pudiendo ocurrir que su interpretación no tenga nada que ver con la pretendida por mí. Y esto me gusta. Me gusta incomodar al lector, desconcertarlo, conseguir una escritura cuya lectura sea adaptable a su propia capacidad comprensiva, allá él y sus circunstancias. Pero lo que no intento nunca es dejarlo fuera. En definitiva, que en entender, lo que se dice entender, no está el problema. Cuando alguien no “entiende” un poema lo primero que ha de hacer es acudir al médico o bien buscar otra cosa con la que entretenerse. El principal problema de cualquier libro de poemas es su falta de proposición estética, de riesgo y de sustanciosidad.

En Zoo sin fauna las páginas finales contienen poemas de Casi todo es mío, pero llama la atención esa nueva vuelta de tuerca al estilo, con esos dos poemas finales que evolucionan hacia un verso menos escueto, hacia un poema más largo. ¿Será así tu próximo libro?

Si tenemos en cuenta que Zoo sin fauna de alguna manera es antes que una antología un montaje aparentemente antológico de mi obra, asuntos bien distintos, todo tiene su explicación. Podrás comprobar que es un libro que carece de introducción, de aclaraciones previas de cara al lector, sin preliminares que lo guíen, de tal manera que este puede tomárselo como si de un nuevo libro mío se tratara. Y de hecho lo es, en cuanto que se trata de un ensamblaje de poemas escogidos -no necesariamente los mejores- de mis distintos libros y sin las correspondientes notas o indicaciones ortodoxas a pie de página sobre la procedencia de cada uno. Es por eso por lo que encuentras poemas largos en él, porque proceden de mi primera publicación y de los que aquí utilizo algunos al final de Zoo sin fauna para cerrarlo. Es al fin y al cabo otra vuelta de tuerca más a mi proposición poética, un juego leve que evita lo que para algunos debería ser una antología en toda regla de un poeta... Un juego semejante lo llevé a cabo en 2003, cuando Baile del Sol me incluyó en una colección de antologías personales de poetas canarios. Tan personal fue que incluí material disperso publicado en revistas o suplementos culturales de periódicos, no solo procedentes de mis libros publicados hasta entonces, y organizándolo todo al margen de una antología al uso. Y es que pienso que las antologías son en la mayoría de casos modos instrumentales que usan los poetas para darse importancia, avisos de que cuando un poeta publica una antología de su obra es que supone que su obra es imprescindible y merece ser actualizada, al margen de que sus lectores lo crean así. Y como la opinión de los lectores no suele llegarle al poeta ya él mismo se encarga de asegurar la vigencia de su mundo poético. Y no digamos nada de los que publican sus obras completas. Lo más grave de todo es cuando ves que son los más jóvenes los que se dedican a este tipo de menesteres, lo que ya resulta algo insoportable... Otra cosa es cuando un poeta con más o menos reconocimiento y de cierta edad puede y debe hacerlo. Sin embargo yo no creo que mi obra merezca ser antologada como tal. Ni es tiempo ni se corresponde con mi forma de entender este oficio. Por eso juego con mi propia obra cuando se me ha ofrecido una de estas oportunidades y no a creerme que soy Antonio I el Grande. Es más, si me apuras mucho y me planteas qué se puede hacer con mi obra no te extrañe que te contestara que le pegues fuego. No soy de los que conciben la poesía como algo sagrado. Casi soy de usar y tirar.

Cuando se habla de la poesía canaria siempre hay una queja generalizada desde las islas a la poca atención que se presta desde la península. ¿Es necesario irse a vivir a Madrid para que a uno le hagan literariamente caso?

Bueno, yo creo que quejarnos es propio de todo bicho viviente, aunque también me parece algo ya crónico y muy propio de los poetas. Casi su oficio paralelo. Yo caí muy pronto en la cuenta de qué iba todo esto de la poesía, y que si continué fue aceptando cierto sino. No obstante, si entendemos que el poeta es un productor de libros como cualquier otro tipo de escritor a nivel pragmático los que vivimos en Canarias sí tenemos ciertas desventajas. Por mucho avance tecnológico del que presumamos no me cabe duda de que sí que continuamos a la cola de la atención editorial, simplemente porque no estamos presentes y las cañas y la diplomacia son valores en alza. Diga lo que se diga las relaciones desde Canarias son de forma obligada de otra manera y nuestros esfuerzos exigen el doble de sudor... Así que no es que tengamos que trasladarnos a Madrid o a Barcelona porque estos centros neurálgicos sean los centros de la poesía, no. Sí lo son de las editoriales, que es un asunto muy distinto. Mientras las Islas Canarias, de toda España, es el territorio más proclive por sus características a ofrecer un espectáculo volcánico, esos centros son los más dados al espectáculo del comadreo literario-poético: todos forman partes de una lectura que otra, se emborrachan juntos y comen perdices, forman camarillas donde si no cabes en esta cabes en la otra y siempre encontrarás alguna editorial a tu medida. Desde Canarias solo puedes decir “hola, ¿cómo estás?”... Yo, por ejemplo, he presentado algún que otro libro en Madrid. Y entre el público apenas he encontrado a otros poetas que acudan por curiosidad. Si va alguno es por amistad y por no dejarme solo. Sí conozco a otros canarios que por razones laborales viven allí. Y el resultado es curioso: automáticamente crecen sus contactos y les surge la posibilidad de publicar en una editorial que no sea made in Canary. Hay que tener en cuenta que en un tanto por ciento muy elevado conseguir una publicación no depende tanto del valor de tu obra sino de relaciones sociales. Esto es así aunque no se quiera hablar de ello, aparte de que resultaría hasta feo hacerlo... Pero que conste, los canarios lloramos, cierto. Por esto y por más. Lo más grave es que otros no siéndolo ni viviendo aquí sino en tales centros neurálgicos lloren más que nosotros. Eso, aparte de una falta tremenda de generosidad, es una falta de respeto.

También da la impresión de que la poesía canaria circula por otros derroteros estéticos lejos de la tan cacareada poesía de la experiencia, ¿es la especial contribución de la insularidad?

Al menos creo que estamos inmersos en un microcosmos -eso sí, abiertos al mundo-, en un cruce inclasificable de culturas que de alguna forma influye lo quieras o no en lo que hacemos, creamos. Así como podríamos aceptar que hay una forma de ser, de hablar,  no podemos obviar que todo esto participa en nuestra manera de concebir las cosas. No es que seamos especiales ni tocados por un hada madrina ni tonterías nacionalistas o cosas de este tipo, pero sí creo que de alguna forma estamos dotados de una mirada poco común a la que será cuestión, claro, de sacarle provecho (esto sería lo inteligente por nuestra parte) en nuestro beneficio, no digamos en su aplicación a los actos creativos. Ser isleño es como jugar al fútbol fuera de un campo de fútbol. Pero esto no significa que estemos liberados de la poesía de la experiencia o de la de cualquier otra etiqueta. Aquí El Corte Inglés también existe. Vivimos en otra parte del mundo que no es la habitual, pero no en el culo del mundo como se suele decir en el argot popular. Y si así fuera, no veas qué hermoso culo que de todas partes del mundo dan lo que sea por venir a veranear. Ahora en serio, el horizonte de la insularidad no es un horizonte cualquiera.





Por cierto, que siendo tantos y tan buenos los poetas canarios, y tan desconocidos en la península, ¿por qué no hay un frente común en lugar de tantas rencillas?
 
 
Tampoco te pases, Luis, que como en botica también hay de todo. Primero, no somos tantos y, segundo,  no tan buenos todos los poetas canarios. Quizá yo sea el peor ejemplo... Pero intentos ha habido, eso sí, casi todos fallidos. Sin embargo algunos debieron haber conseguido algo más de lo poco que consiguieron, otros sin embargo menos, porque también los ha habido aprovechados. Lo cierto es que ni unos ni otros apenas han tenido repercusión. Y los frentes comunes ya sabemos que son difíciles de llevar a cabo, aquí como en Pekín. De todas formas ahí están nuestros libros. Y si los libros de nuestros mejores poetas no interesan por su intrínseco valor no creo que lo mejor sea montar un pasacalles por la Gran Vía o por las Ramblas de Barcelona, aunque a lo mejor va un día y sorprendemos a toda España disfrazados de plátanos con motitas.

Estamos en una época de cambio social por lo que la crisis nos anuncia. ¿Es un buen territorio abonado para la escritura? ¿Te plantea ese cambio temas de los que hablar?

Cualquier momento, cualquier periodo por el que atraviese tanto el individuo como la sociedad es bueno y digno para la escritura. Ninguna experiencia más fuerte para el ser humano que su propia muerte y ahí está, es uno de los temas universales de la literatura... Entonces, ¿por qué no van a ser estas pequeñas muertes sociales territorios abonados para una buena literatura? ¿Por qué no ha de participar el poeta, si así lo cree necesario, con la revulsión de su obra? Eso sí, no hay que olvidar nunca que la buena literatura permanece y que el resto se lo llevará consigo la propia crisis... Yo no sé hasta qué punto sería capaz de escribir poemas tan directos, de hecho no los he escrito, pero bastante de mi poesía conlleva una crítica general soterrada aunque muchas veces no lo aparente. Y en caso de que no, es fruto a fin de cuentas de un hombre que sufre. 





Antonio, tú eres una persona que has estudiado mucho la obra de Félix Francisco Casanova, ¿qué te parece que se le empiece a reconocer como autor?

Vamos a ver, a Félix Francisco Casanova nunca se le ha dejado de reconocer. Dentro de nuestro mundo isleño no solo es desde siempre muy popular sino que incluso como autor es y ha sido un referente útil para los estudiosos, para clasificaciones de las últimas generaciones de poetas. En la poesía hecha en Canarias, por ejemplo, hay un antes y un después de él. Creo que es España quien ha descubierto de buenas a primeras que tenía -tal como lo han tildado- su particular Rimbaud, precisamente fuera de su piel de toro, y gracias al esfuerzo de algunos admiradores suyos y de la editorial Demipage que son quienes han apostado por difundirlo más allá de nuestro territorio insular. Es un ejemplo de singularidad, como si revisásemos todo nuestro pasado encontraríamos muchas más sorpresas, grandes figuras y hechos internacionales relacionados con la literatura... Vayamos hacia atrás y ahí encontramos a un Luis Feria con su Premio Adonais y dado de lado por los estupendos estudiosos de la generación española de los 50. O Manuel Padorno. Y si llegamos al modernismo nos topamos con figuras como la de Tomás Morales y Alonso Quesada... Pero dejémoslo aquí, porque si sigo es posible que me den por loco.
 
Tu obra es básicamente poética. ¿Hay algún planteamiento de pasar a otro género?

Creo que sí... Pero en estos momentos me lo estoy planteando todo, y tal vez vaya y dé el cante con algo al estilo de Paulo Coelho, o una novela de caballerías, o algo al estilo de Corín Tellado... ¿quién sabe? España entera debe estar a partir de hoy en alerta amarilla.

Muchas gracias, Antonio. Esperamos tus próximos libros con atención.

jueves, 13 de octubre de 2011

ZOO SIN FAUNA DE ANTONIO JIMÉNEZ PAZ



Zoo sin fauna

Antonio Jiménez Paz
Ed.23 escalones, 2010
67 páginas
8,9 euros
Es curiosa la querencia del autor por los animales que viene a demostrarse con este título, Zoo sin fauna, que dudo que sea casual, básicamente porque ya viene tras otro título denominado Tratado de ornitología. Y de éste último también hay una parte en Zoo sin fauna, porque el libro de Antonio Jiménez Paz es una recopilación, una selección de poemas escogidos por el propio autor de entre toda su obra. Nos encontramos así ante una variopinta gama de temas y también de estilos, pues los inicios de Antonio Jiménez Paz son bastante más barrocos y evolucionan hacia la brevedad, hacia una frase escueta en palabras -que no en significados- ya que el autor es muy dado a las polisemias, a los juegos de palabras, a la búsqueda de un lenguaje con el que afrontar su propio yo, su propio proceso de introspección que es muy visible en el libro Casi todo es mío. Pero vayamos por partes para hablar de este Zoo sin fauna. Poemario que no debería pasar inadvertido por alejarse mucho de los cánones poéticos predominantes en la península, pero ya se sabe que en este caso la insularidad, quizá para el bien poético o tal vez para el mal, ha conservado un rictus propio muy alejado de lo que en círculos poéticos se cuece en España. Pero sigo opinando que es potente en cuanto a su constante evolución, inconformismo y reinvención.
 No sé hasta que punto ese darle tantas vueltas a la poética surge de su interés por un autor durante mucho tiempo olvidado como Félix Francisco Casanova, ahora finalmente rescatado y elevado a los altares de la notoriedad. No sé si responde a la lectura, estudio y recuperación de autores absolutamente desconocidos aquí como Antidio Cabal o quizá a su búsqueda incansable de literaturas  al otro lado del charco, fuera del influjo de lo que llamamos Occidente o Europa.
Así plantados repasar la trayectoria de Antonio Jiménez Paz es una tarea que progresa página a página y en la que uno se adentra con dificultad pues no es la poesía de Antonio Jiménez Paz una poesía que se deje aprehender con facilidad. Es una poesía que obliga a la constante relectura, al retroceso y al avance, casi como si de un campo de batalla se tratase. Y eso es lo que he hecho en la lectura de este, por otro lado, breve libro, pues la trayectoria del autor se resume en tan solo cuarenta y tres poemas que corresponden a diversas fases.
En los primeros textos encontramos una querencia por la Antigüedad grecolatina y así aparecen mitos y personajes clásicos: Fedra, Ulises, Penélope… Textos narrativos largos que a veces reflexionan, reinterpretan o teatralizan. Son los textos más barrocos del poemario -básicamente los dos primeros (p. 9-18) - y también son los más alejados de la poética última. Le siguen varios poemas  de mayor brevedad, diría que del Tratado de ornitología, donde la presencia de las aves sirve de excusa para otros menesteres poéticos (p-24):
Poblado el horizonte de pájaros
queda el pecho traspasado
al mundo del amor inventado. 
Son poemas que inducen al pensamiento y probablemente ofrecen una reflexión menos introspectiva que la que nos brinda el poemario Casi todo es mío. Aquí una muestra de la variabilidad de posibilidades que el mundo otorga donde el pájaro es un cauce, un motivo, una señal que nos conduce (p.34).
Ver lo que nadie ve:
                                               ver pájaro y volar.
Le siguen algunos poemas, menos breves pero igualmente intensos, quizá menos ocultos, más generosos en su expresión, menos herméticos. Algunas de las palabras a las que me llevan son perplejidad, y, a veces al absurdo como en los versos (p.36):
Tengo un ángel de la guarda
que es un idiota. 
En ocasiones, también la tristeza y/o el mazazo final contundente (p.38): 
El raciocinio llega tarde
y ya sin sitio
se despeña sin ser empujado. 
En otras, la contradicción y la seguridad de que sólo somos lo que poseemos, y lo único que tenemos es a nosotros mismos. Sentimiento de soledad y de certeza (p.40). 
No sé quién soy.
Sólo que me quedo.
Llama la atención las escasas referencias al territorio natal del autor, la única quizá directa que he encontrado dice (p.45):
por un viejo corredor de tea
Quizá territorio del recuerdo, no en vano el poema lleva por título La infancia en días normales.
Estos poemas dan luego paso a una muestra bastante numerosa del libro anterior del autor, Casi todo es mío (p.48-59). Libro con dos partes diferenciadas del cual ya hablé con anterioridad en Reseñados.
Muestra de la capacidad de decir mucho con pocas palabras es el poema siguiente: 
La luz convierte en mariposa
lo que la noche en animal acorralado.
El final nos aventura un tiempo nuevo, menos breve, más generoso en palabras y en longitud, con dos poemas: Parece que escribo tiempo y Pajarillo.
Buen momento para revisar la trayectoria de Antonio Jiménez Paz, poeta consolidado, en este pequeño librito, Zoo sin fauna, gozoso de leer.