lunes, 24 de noviembre de 2014

TIJERAS OXIDADAS DE INMA ARRABAL




Tijeras oxidadas
Inma Arrabal
Ed. Torremozas, 2014
80 pp
9 euros

Rastros de poesía social y humanística en la obra de Inma Arrabal.



      Uno de los deseos que todo escritor alberga, cuando lleva un cierto tiempo creando, es haber conseguido tener una voz propia. Que aquello que se escribe pueda tener un estilo único y reconocible. Inma Arrabal, que no es ya ninguna recién llegada a la poesía y que posee una experiencia dilatada, tiene ese don. Creo que he leído todos sus libros. Prácticamente, poco más o menos, la conozco desde que publicó su primer poemario, Sura. Quizá un poco después. He leído cada una de sus obras y he observado su evolución. Evolución que ha seguido una asombrosa coherencia y que, a la par, ha conservado las virtudes iniciales haciéndose cada vez más madura. Así a esa voz interior reconocible, a ese deseo por comprenderse y comprender el mundo que le rodeaba, por comunicarse consigo misma para poderlo hacer con los demás, poco a poco se ha  unido una preocupación más que notoria por la situación social del mundo y del país en el que le ha tocado vivir. Creo adivinar que se ha acrecentado conforme su escritura ha ido ganando en fuerza y vigor, también en seguridad y madurez. Esa voz se ha  añadido como algo natural. Sus libros se han poblando de citas de autores con mayor calado literario y en estos dos últimos, el presente, Tijeras oxidadas, que ahora celebramos, y en el anterior, Una mirada al absurdo, he visto como la temática social se ha acrecentado. Aquí ocupa poco más o menos la primera parte aunque hay un correlato con algunas citas y menciones en fragmentos y versos posteriores. También la presencia de César Vallejo y con él de la poesía social que aparece especialmente en Tijeras oxidadas.


      Un artista, un escritor, un poeta es partícipe de la realidad que le rodea. Habrá quien considere al poeta desde la perspectiva más o menos conocida de la turris ebúrnea, sin embargo, pese a que Inma Arrabal siempre ha tenido una mirada propia y definible sobre la realidad, no ha rehuido hablar de su entorno. Sin atreverme a situarla en corriente alguna, sí que su poesía, tal y como vengo disertando aquí, se ha acercado a un terreno más comprometido. No en vano existe cierta responsabilidad social de dar a conocer el tiempo que nos ha tocado vivir. Sé que esta afirmación puede ser discutible desde un tipo de poesía más centrada en el yo, en el solipsismo, en un cierto tipo de escapismo, o desde supuestos más cercanos al esencialismo. Sin perder un ápice su singularidad poética, ha dejado poco a poco su impronta, su preocupación, su determinación de denuncia. Quiero destacar en este texto este aspecto, pues es un punto de inflexión que creo advertir en Una mirada al absurdo y que parece consolidarse en este Tijeras oxidadas. Tengo la impresión de que esta visión ha ido naciendo para no marcharse. Su preocupación social la entroncan con otros poetas no necesariamente de su generación pero a los que les ha tocado vivir un mismo tiempo. Estoy pensando en Antonio Orihuela, quizá como punta de lanza.


      Echemos la vista atrás, precisamente hace unos años, en unas jornadas desarrolladas en Viladecáns (Barcelona) con motivo del evento Vilapoética, tuve ocasión de exponer una ponencia que llevaba por título Escribir poesía y en la que partía precisamente de la poesía de Gabriel Celaya. Y partía de su conocido poema La poesía es un arma cargada de futuro. Y citaba a César Vallejo y a Gabriel Celaya, pero también a Blas de Otero. Rescato aquí un fragmento de ese mismo poema de Gabriel Celaya:


Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Mancharse las manos dice Celaya. ¿No es acaso eso mismo lo que hace Inma Arrabal ? Leámosla:


¿Acaso no queremos ver ni oír,

en el murmullo agitado de las calles,

la pobreza en pancartas,

la injusticia en tambores

y en altavoces las miserias humanas?


No es ya que esta pregunta, quizá planteada como retórica, resulta una afirmación aún siendo interrogativa,  realmente viene a golpearnos en la cara para que despertemos, ¿no resulta ya una afirmación puramente humanista incluso más que social? ¿No será que preguntando, lo que pretende la autora es afirmar su convicción de que es necesario depositar los ojos, la vista, los sentidos hacia una realidad cada vez más a la sombra?


Pero ya antes nos dice:


Quizá empiece así el fin del mundo.

Sin embargo, aún queda mucho por decir

y tiemblan las palabras.


Y sus palabras se convierten en denuncia pues no se limita a señalar lo que está ocurriendo, no hace de mera observadora, profundiza en las causas y nos señala las consecuencias:


Promesas incumplidas, avaricia en la cúpula,

compromisos sin resolver

y el ser humano, sin derechos ni voz,

es arrastrado por el suelo

como si fuese un reptil de sangre fría.


Y parece que avanza un paso más indicándonos el camino a recorrer:


(…) intento encontrar otro lenguaje,

(…) que nos pueda permitir acabar con abusos

e injusticias.


En su poemario anterior, Una mirada al absurdo, ya denunciaba el origen del absurdo de nuestras vidas, el sinsentido de acumular cosas y objetos, la estupidez de desear y las falsas necesidades creadas, origen de desigualdades y escaseces:

Tenía necesidades estúpidas,

casi podía tocarlas y no tenían sentido.

Allí las palabras, trasformadas en Espíritus líquidos, tal y como ella misma las denomina en el poema homónimo,  nos advertían del riesgo: 


Alzas la voz

y el eco traspasa las conciencias

Denuncia.

Condena.

Sentencia.

    Comunica…


Si en Una mirada al absurdo la pregunta es más genérica, más tímida:


¿Podremos conquistar el mundo con paciencia?

(…)¿Qué finalidad tiene pisar y que nos pisen?


En Tijeras oxidadas, la pregunta es más certera buscando la llaga:


¿por qué tanto abuso,

si está escrito que nos iremos

desnudos y sin nada

de este absurdo e incomprensible mundo?


      Podría extenderme todavía más en comparar uno y otro libro, citar muchos más ejemplos –que los hay- pero para el lector será suficiente haber encontrado una nueva faceta que se abre camino y en la que Inma Arrabal nos procura el aliento poético para continuar la lucha, una lucha basada en la palabra, una lucha que necesariamente nos debe llevar a la conquista de la justicia absoluta, de la libertad, y, evidentemente, una lucha por la humanidad. Bienvenida a esta batalla la voz de Inma Arrabal y sus palabras.

*Texto publicado como Epílogo al libro Tijeras Oxidadas de Inma Arrabal.

domingo, 16 de noviembre de 2014

JAGANNATH DE KARIN TIDBECK



Jagannath
Karin Tidbeck
Traducción de Carmen Montes Cano y Marian Womack
Editorial Fábulas de Albión, 2014
166 pp
20 euros

Probablemente Jagannath sea uno de los libros de relatos más sorprendentes que he leído. Por su originalidad, tono y, también, por sus excesos. El libro publicado por Fábulas de Albión está compuesto por catorce historias de esta joven escritora sueca capaz de inventarse mundos extraños de difícil encaje. En el prólogo. Karin Tidbeck explica muy bien la razón de sus relatos, razón que tiene que ver con la vida que llevan en Suecia: "pasamos mucho tiempo en el crepúsculo, que es una condición liminal, una tierra de nadie. La luz posee una cualidad tenebrosa y melancólica. Supongo que eso se manifiesta en lo que escribo, tanto en la idea de lo tenebroso y lo melancólico, como en la impresión de haberse asomado a otro mundo, donde el sol se ha detenido" (p.11)

En la primera historia, con nombre de mujer, Beatrice, el doctor Franz Hiller se enamora de un dirigible. Anna Goldberg, a su vez. se enamora de una bomba de vapor. A ambos se les hace pequeño el lugar para poseer su amor por lo que necesitan tener más espacio y deciden alquilar un  local juntos.  

En Cartas a Ove Lindström, un hijo regresa al hogar paterno a la muerte de éste. A través de su correspondencia recuerda su vida en la Comuna, a su madre que les abandonó y las borracheras de su padre.

En La señorita Nyberg y yo aborda la existencia de un ser imaginario llamado Brun.

El siguiente es Rebecka (curioso que tanto relatos lleven como título un nombre) habla de una suicida que siempre que va a quitarse la vida avisa a una amiga. El final es ciertamente inquietante. De este primer grupo de historias  quizás sea la mejor.

En Herr Cederberg, un hombre contrahecho y acomplejado tiene la afición de fabricar motores de avión. Un buen día fabrica un aparato.

Otra característica del libro de Tidbeck son sus personajes. Muchos de carácter extraño, huidizos, acomplejados, feos o tenebrosos, a veces ocultan algo. Hay algo de siniestro en casi todos ellos.

En ¿Quién es Arvid Pekon?, uno de los cuentos más flojos junto con Tías, aunque por razones distintas, nos aparecen una serie de llamadas telefónicas a cual más surrealista a una extraña telefonista de cuya existencia debemos dudar.

Curiosamente a partir de aquí  se encuentran los relatos más jugosos e interesantes. 

En el complejo vacacional de Brita y, a modo de diario, una novelista se traslada a escribir a un complejo vacacional en donde cada día hay gente diferente y un sueño la persigue. Uno de aquellos sueños persistentes que parecen realidad. Recomendable relato que no deja indiferente.

La montaña de los renos es una historia jugosa, más larga de lo habitual.  Un par de hermanos viajan al campo a la casa familiar para desmantelarla. Allí los recuerdos de lo vivido y de los objetos depositados se juntan con las leyendas, seres extraños y desapariciones. Otro de los mejores cuentos de Jagannath.

Mermelada de mora ártica nos habla de la historia de un  ser que decide vivir de una extraña forma. 

Algunos de los relatos de Karin Tidbeck parece que reflejen o transcurran por leyendas y personajes de la mitología escandinava como las vittra o los pyret, título del siguiente cuento.

Pyret habla de unas criaturas de origen animal pero que viven con los humanos.

En Augusta Prima se plantea la historia de un ser superior al que le está prohibida la existencia del tiempo, pero pronto la curiosidad hace que incumpla las prohibiciones y eso tendrá un castigo.

Tías es otro de los relatos que me han parecido más flojos, en este caso por su excesiva escatología que me ha resultado bastante desagradable.

Finalmente, el último relato, que da nombre a todo el libro, también es una historia larga y aconsejable. Un cuento no exento de escatología pero sin llegar a los extremos del anterior. Plantea la existencia de Madre, una criatura reproductora para la que trabajan sus hijos. Pronto acontece su muerte y sus hijas tienen que intentar sobrevivir. Un cuento original.

Jagannath es un libro recomendable. La mayoría de las historias son de gran originalidad, tanto es así que se hace difícil la comparación con otros autores o libros. Hay propuestas novedosas no exentas de brillantez y de curiosos desarrollos, a veces llegando al extremo, no siempre acertadamente, pero es comprensible que el propio hilo narrativo pueda llevar a la autora a explorar territorios pantanosos. Fantasía convertida en relatos de difícil clasificación. Preciosa presentación.