lunes, 7 de febrero de 2011

TIEMPO DE VICENTE LUIS MORA


Tiempo
Vicente Luis Mora
Ed. Pre-Textos, 2009
93 pp.
15 euros

Tiempo de Vicente Luis Mora (1970) debe ser un eslabón más de la literatura en construcción o de las pasarelas que crea el autor. Un eslabón de un proyecto literario en constante erupción y definición. Una tarea en la que uno puede adentrarse simplemente con observar su blog, Diario de Lecturas.


Para empezar Tiempo no es un poemario al uso, pues mezcla diversas técnicas que van desde la poesía más lírica hasta la poesía visual, el uso de imágenes, la variación de textos poéticos y narrativos, etc. Todo es válido en la construcción del autor que percibe el mensaje como un todo compuesto de submensajes, al igual que la televisión puede observarse también a través del zapeo.


Trabé contacto con la literatura de Vicente Luis Mora a través de su novela Alba Cromm por lo que ya conocía la manera de entender la escritura del propio autor, pero debo decir que éste es el primer poemario suyo que leo.


Desde un primer momento el lector descubre que los referentes poéticos del autor están fuera de la propia poesía y fuera de ese contexto deben ser tratados. Son la física y la química (p.15):


Según Heisenberg
se puede saber
el lugar
donde están mis partículas
o su dirección,
pero no las dos cosas
al mismo tiempo.

Ante esta dificultad a la hora de hallar referentes, siquiera asideros, lo mejor que puede hacer el lector es avanzar en la lectura de Tiempo y captar la complejidad de algunos de sus textos (p.17).


El tiempo es solución
para la disolución


De la máxima de Heisemberg puede deducirse entonces la fractura de todas las cosas. La fractura del tiempo, la fractura de nosotros mismos. Y esa misma fractura crea visiones distintas de las mismas cosas (p 18).


El sujeto es arena
visto desde fuera,
compacto;
disgregado,
desde dentro.


Pero algo de luz nos arrojan las palabras del autor entre tan intrincados principios (p19):


El mundo es física
y nosotros, química.


Una de las dificultades que tenemos es clasificar el mundo, la realidad, y saber por qué se ordena de tal manera (p20).


La realidad
es igual
en todas partes.
Lo que ignoramos
es cómo se ordena.
Por qué
se ordena.


Como si la química y la física se hubieran combinado secretamente o como si un alquimista hubiera descubierto el secreto de la creación, tenemos una dificultad, no disponemos de las claves (p21).


No tenemos
el libro
de fórmulas


En nosotros subyace parte de la argamasa que hace posible la materia (p23).


nada mas poderoso
que la materia
uniéndose al producto
de la boca


Hay momentos en que Tiempo parece contener algo así como un misticismo científico. Y sin embargo, el autor nos va dando algunas claves para alcanzar el objetivo. Quiere decirnos que el no tener nada, el vacío, nos hará ser más felices (p25):


Lleno de cosas
(…)
se llama desierto
(…)
y quedo hueco,
feliz.


La poesía de Mora también nos ayuda a construir la realidad y otorga una dimensión a las cosas y al pensamiento que, por separado, parecen no tener sentido. Para el autor es importante la poesía porque nos sitúa en el espacio; la filosofía, porque coloca el pensamiento frente al sinsentido y el arte porque construye el espacio como un ser vivo (p26).


Pero como el propio autor afirma con rotundidad, la incertidumbre no la crea el principio de Heisemberg, al cual vuelve, sino Dios (p36). Y bajo tal premisa parece Mora aceptar su existencia. Curioso podría parecer que un poemario basado en principios tan científicos aluda a Dios, si no es para contraponer lo uno a lo otro. El principio científico, aquí hecho verso, al principio deístico.


Y del principio científico nadie se salva, porque hoy en día es tan fácil unir los puntos dispersos del mundo con el Google Earth (p.41)


Por todo ello, según Mora, el ser más inteligente es el que se acerca más por su modo de vivir a lo que será al final. Si uno vive en el vacío, desprovisto de cosas y objetos, antecede con su postura a la nada en que nos convertiremos (p47):


Nuestro destino
es la nada
(..)
Y el hombre más vacío
sólo es más inteligente.


Y a continuación, y casi de forma cruel, nos sitúa en lo que somos, nos diluye en la inmensidad del conocimiento (p48):


La angustia
vertical
de la existencia
en grupo:
esos granos de arena,
esos millones iguales,
todos nosotros.


Así la metáfora adquiere sentido, el desierto es la sociedad y cada uno de los granos, un individuo.


Una prueba más del enfrentamiento Dios-conocimiento se plasma en los versos (p51):


Si hay Dios,
es un suicida,
y si no el Caos
hace honor
al nombre.


Al fin y al cabo no estamos seguros de lo que sabemos y de todos nosotros sólo quedarán nuestros objetos.


El desierto, la sociedad, no está vacía, está llena del tiempo de todos los individuos que la componen, como el desierto está lleno del tiempo que tardó en construirse cada una de las motas de polvo que lo constituyen (p67):


Sí, quizá,
a pesar de todo
nos valga la imagen
del desierto
como explicación
del mundo


Y, al igual que la máxima de Heráclito, nadie cruza el mismo río dos veces (p70):


nadie puede
pisar dos veces
la misma arena

Dejemos que Tiempo de Vicente Luis Mora nos diluya por unos instantes en un tiempo de grata lectura

No hay comentarios:

Publicar un comentario