Cuentos chinos
Alejandra Díaz-Ortiz
Trama editorial, 2009
85 pp
12 euros
Da la sensación de que el lector debe estar preparado para leer Cuentos chinos, básicamente porque en seguida descubre que en el libro no hay relación alguna con el país asiático y que la autora procede de México. Y ahí es donde entra la precaución, porque entonces debemos entender que la licencia poética nos llevará por un recoveco engañoso. Para terminarlo de arreglar, y a modo de colofón, descubrimos que “el amor es un cuento chino”. ¿Quizá un engaño?, ¿una mentira?...
Alejandra Díaz-Ortiz
Trama editorial, 2009
85 pp
12 euros
Da la sensación de que el lector debe estar preparado para leer Cuentos chinos, básicamente porque en seguida descubre que en el libro no hay relación alguna con el país asiático y que la autora procede de México. Y ahí es donde entra la precaución, porque entonces debemos entender que la licencia poética nos llevará por un recoveco engañoso. Para terminarlo de arreglar, y a modo de colofón, descubrimos que “el amor es un cuento chino”. ¿Quizá un engaño?, ¿una mentira?...
Hace tiempo que descubrí que la cotidianidad es un terreno altamente ficcionable -Cotidianos, Ed. Isla Varia 2008-. En este caso la autora, Alejandra Díaz-Ortiz, de cuya vida sólo sabemos que ha nacido en México y se define como analfabeta pasional, parte de una realidad cotidiana para ficcionarla. Muchos de los relatos que encontramos, pues también hay algunos microrrelatos, parten o hablan de ese mundo tan cotidiano, pero a la vez tan rico en matices y posibilidades, que es el mundo de la pareja, de las relaciones humanas, del amor pero, y espero que me lo permita la autora, desde una óptica cuasi doméstica. El presente libro es un libro que bien entenderán las mujeres y que a los hombres nos aportará un contrapunto a nuestra visión de la vida. Seguro que ellas me entenderán. Por lo tanto es un libro que disfrutarán porque los relatos de Alejandra Díaz son relatos ingeniosos hechos con el corazón. Unas veces con un corazón espinoso, otros con un corazón quejumbroso, otras con un corazón amante.
Para empezar, un prólogo de Luis Eduardo Aute y, luego, un mundo de realidad, sí realidades, hechas cuento con un material narrativo reducido al mínimo, donde la paradoja, la frase final rompedora juega un papel esencial. Cuentos cortos, fácilmente digeribles pero que pueden caer como un mazazo en el lector, simplemente porque nos enseñan que la vida también contiene el material narrativo que nos muestra Alejandra. No encontraremos textos complicados, ni recursos estilísticos enrevesados pero sí que nos harán pensar.
A veces frases contundentes:
“Pero lo que sí me ha jodido de mi muerte es esta puñetera certeza de no volver a respirarte”.
Muchas veces es la paradoja la que fundamenta la historia como en su magnífico Karma. En otras ocasiones la obviedad resulta el terreno abonado para la mayor de las paradojas (No hay que llevar el trabajo a casa) o sustenta una realidad basada en la propia mentira (Ya….).
Lo imposible se hace real y lo deseado se convierte en una realidad que jamás hubiera uno querido que sucediera (A grandes males, grandes remedios).
Y, puestos a poner, la autora también demuestra que no todas las mujeres necesitan encontrar al príncipe porque en muchas ocasiones el príncipe puede convertirse en rana o situarnos en terreno pantanoso (Amor al primer verso).
Pero a Alejandra Díaz-Ortiz también le puede la curiosidad y la búsqueda de los intrincados significados de las palabras y sus posibilidades - (Per)versiones -.
Hay relatos que dejarán al lector perplejo (Sonrisa número quince o en Reflejo condicionado).
También hay un lugar para la crueldad, para el desajuste de los amantes, para descubrir que a veces las cosas nos ocurren a destiempo cuando a nuestro amante le hubiera gustado que ya hubieran sucedido y el amor acaba languideciendo (Hubo una vez que un hombre muy guapo me amó).
La anécdota es un territorio prolífico para la autora (La última voluntad), también he hablado de la paradoja (Una amiga de verdad) o el cliché (Por amor).
Sorprende como las situaciones más tristes, más desagradables también pueden ser tratadas con una cierta sorna como en 1536. Y esa misma sorna nace de la propia realidad en el relato Israel, donde el protagonista pretende cambiarse el nombre en el registro civil pues no desea ser un sinónimo de “matar niños, civiles inocentes o de guerra” (p.70)
Algunos de los relatos más interesantes llevan el número del diablo como título –aconsejo fervientemente que encuentren la explicación al 666- o el escatológico relato de lo que se puede dar o quitar en Página de sucesos.
Uno de las historias que jamás nos gustaría protagonizar, por su dureza, es La llamada del mes.
Y, probablemente, uno de los que más me ha gustado es Pantalón de vestir, por su capacidad para buscar la contradicción a la vez que por su contundencia al mostrarla.
Descubran en Cuentos chinos estas pequeñas o grandes mentiras encubiertas, déjense también engañar aunque no sean chinos o chinas y quizá, y a pesar de todo, crean en el amor. Bueno, si lo desean.
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