Cuarto menguante
Jaume Palau
Ilustraciones de Antonio Luque
Silva Editorial, 2013.
103 páginas.
15 euros.
Los que se dedican al mundo de lo breve deben tener en la
cabeza aquella máxima de Gracián. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Siempre he pensado que
es más fácil sacar un buen cuento de una buena novela, que no sacar una buena
novela de un buen cuento.
Estas dos reflexiones me vienen al pelo para hablar del libro
de Jaume Palau, Cuarto menguante. Ya
se habrá dado cuenta el avispado lector que al hablar de la brevedad, ésta iba
a tener algo que ver con el título. Si bien es cierto que sabemos que el cuarto
menguante es una fase lunar, también lo es el espacio que va haciéndose cada
vez más pequeño y, en este caso, el espacio literario. Así el autor, en un
ejercicio de osadía, se dedica a hacer historias cada vez más pequeñas hasta
dejarlas reducidas a la mínima expresión, que es la línea.
Cuarto menguante viene, a mi modo de entender,
definido por tres tipos de ejercicios narrativos. Una sería el relato, otro el
microrrelato y otro abarcaría el espacio de la cita o del aforismo. El autor
parece sentirse relativamente cómodo en los tres espacios por lo que Cuarto menguante se convierte así en
una obra interesante de ser degustada. Cada una de las pequeñas historias, en
su brevedad, contiene un universo mayor. Cada cual tendrá sus favoritas.
Antes de hablar de algunas de las historias me gustaría
destacar en sí un par de hechos, que no son poco, en este tiempo que nos ha
tocado vivir. Un primer dato a tener en cuenta es el cuidado que pone el autor
en la elección del vocabulario hasta encontrar aquella palabra que considera
más adecuada para cada ocasión, sin dejar de usar cultismos. Hay un tipo de
literatura que ha olvidado que es el lector el que tiene que hacer un esfuerzo
para entender al autor y no al revés. A esto se le debe añadir una intención de
utilizar el bagaje cultural para crear y recrear historias y mitos retorciendo
los trasfondos, los tiempos, los espacios o las realidades. Historias que nos
suenan al acabar de leerlas. Trasfondos que se adaptan a nuestro tiempo, unas
veces con afán de juego estilístico, en otras ocasiones con un propósito
medido. Jaume Palau tampoco huye de reinterpretar la realidad del tiempo en el
que le ha tocado vivir y se permite criticarlo. En la parte final, la de los
aforismos, es más que evidente, pero también lo es en los cuentos y en los
microcuentos.
Dicho esto voy a tratar de hablar de algunas de las
narraciones que más me han sorprendido.
Empezaré por la primera parte. En El joven que quería ser poeta (p. 9-13) encuentro ecos de la escritura de
Oscar Wilde. Quizá es por la suavidad de la narración o del tono que, en
ocasiones, me recuerda a algunos de los cuentos clásicos de Wilde. Un poeta
persigue un sueño y es el sueño el que acaba de alguna forma deglutiéndole a
él. Realidad y sueño terminan confundiéndose, quizá porque en el ánimo de todo
poeta hay algo de la turris ebúrnea, del enclaustramiento de uno mismo. En este
caso el protagonista lo lleva al extremo hasta vivir únicamente una realidad
que es sueño, ¿o es el sueño el que se convierte en realidad?
El relato Un criterio
propio (p. 15-19) tiene su trampa
por lo cual debo ser muy cuidadoso en no desvelarla. Por una parte, es una
reinterpretación de un cuento clásico, pero eso no lo sabemos hasta el final.
Por el otro, no es más que el conflicto – que no es poco – de una pareja. Eso
tan habitual y tan cotidiano. Dejo al lector que descubra ese clásico
reinterpretado.
Vejez (p. 21-23) es un repaso vital que se
produce con la excusa tan peregrina de tener una erección. En realidad es más,
porque la erección acaba siendo el símbolo de la vida a la que el protagonista
se agarra, ahora que la muerte está tan cercana. Una historia de eros y tánatos
también convertida en una reflexión cotidiana no exenta de profundidad y cierta
amargura.
También hallamos ironía en el relato ¡De ninguna manera! (p. 25-27).
Sorna que roza lo macabro. Una madre se comunica con su hijo a través de
una combinación. Una combinación de números en la que su hijo tiene que
confiar. Un relato sobre las relaciones materno-filiales de los personajes.
Los dos relatos siguientes de los que quiero hablar tienen
algo en común. Génesis de un asesinato
(p. 29-31) contiene la reinterpretación de otro mito cristiano. En el caso de Esa es mi vida (p. 32-33) recuerdo haber leído un cuento
anónimo oriental –luego reintepretado por Jorge Bucay- que tenía un trasfondo
similar y un mensaje a modo de reflexión vital. En este último caso nos hace
reflexionar sobre la vida, su brevedad y en qué la empleamos.
Curiosamente Jaume Palau tiene varios relatos con un
trasfondo de reinterpretación religiosa. Además de este Génesis de un asesinato, también está Navidad (p.39-40), que habla de una moderna epifanía; Un día de abril del año 30 (p. 70),
sobre la crucifixión y Lázaro (p.91),
sobre el mito del mismo nombre.
De esta primera parte, con los relatos que ocupan más de una
página, destacaría dos más. Por un lado, por su trasfondo social y actual, y,
también, por lo macabro que resulta la situación una extraña subasta en Rebajas (p. 49-50). Por otro, por lo
imaginativo, destacaría El libro del
olvido (p. 45-46).
La segunda parte contiene cuentos de menor longitud que la
página, aunque también van poco a poco menguando hasta no ser más que unas pocas
frases. Cabe destacar El corcel (p.58)
que contiene un habilidoso y breve argumento que no descubrimos hasta el final
y que obvio desvelar. Manuscrito hallado
en una botella (p.67) es también
otra reinterpretación de la historia clásica del personaje que encuentra una
botella en el mar. En este caso lo inesperado es también el final. Fin de año (p.68) resulta ser algo así
como la historia del cazador cazado, en este caso hablando de una pareja y una
relación amorosa de por medio. El hombre
es bueno por naturaleza (p.75) es otra historia de final sorpresivo en la
que el título si bien, parece que no revela nada, no podría explicar mejor el
contenido.
La tercera parte es difícil explicar sin desvelar el
contenido narrativo que a veces da más la impresión de contener verdaderas
filosofías de vida. Mejor destacaré, de entre todos ellos, un par de aforismos:
“Y dijo Dios “no es bueno que el hombre esté solo”. Y creó
los papeles. (p.97).
“Lo positivo de la gente que habla sola es que, como mínimo,
no hay que esforzarse en darle conversación” (p.99)
Finalmente mencionar el magnífico trabajo de síntesis visual
del ilustrador, Antonio Luque, que prácticamente con pictogramas da imagen al
contenido de los cuentos.
Cuarto menguante o por qué una obra de arte también
puede ser breve.
Suena muy, muy interesante, querido Luis.
ResponderEliminarEs un libro que se ha cuidado en su escritura. Teniendo en cuenta sólo este detalle vale la pena leerlo entre tantos libros llenos de errores y que no cuidan lo que dicen.
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