jueves, 18 de febrero de 2010

UN HOMBRE QUE DUERME DE GEORGES PEREC


Un hombre que duerme
Georges Perec
Ed. Impedimenta, 2009
136 pp
15,60 euros

¡Qué extraño es este libro de Georges Perec! No sé si llamarlo novela. Un libro que tiene pasajes que me han recordado las mismas sensaciones que tuve con el primer libro de Juan Cruz, Crónica de la nada hecha pedazos. Aunque el de Perec tiene la particularidad nada desdeñable de estar escrito en segunda persona del singular.

George Perec (1937-82) nos presenta un libro singular. La trama nos acerca a la vida de un estudiante, cuyo nombre no aparece, que a punto de realizar un examen, lo deja todo para abrazar una vida contemplativa, solitaria y meditabunda. Una vida que tiene como objetivo alejarle de sí mismo, de la realidad, de su cotidianidad. Pretende dormir su yo, de ahí el título, Un hombre que duerme. Dejar de ser él mismo.

El libro se inicia con una larga contemplación y descripción del espacio que rodea al protagonista que vive aislado en una buhardilla de apenas cinco metros cuadros. Y avanza para llegar al espacio que ocupa y a él mismo. Es un libro duro, de esos que remueven algo por dentro. Una obra que o bien encanta o bien provoca odio y aburrimiento. Un libro original, con una perspectiva introspectiva, casi ascética, que bien vale más que muchos tratados de psicología y que se hace acreedor de una relectura nada más terminarlo. Eso a pesar de las grandes descripciones, largas enumeraciones de hechos u objetos, de lugares, de situaciones, de estados de ánimo, que, en determinados momentos dificultan el desarrollo y acaban exasperando.

Para entender el contenido del libro, en el que no hay apenas personajes ni escenarios más que la buhardilla donde vive el protagonista y la casa de campo paterna, hace falta observar con detenimiento algunas de las perlas que va desgranando el autor y de cuya profundidad y amargura aquí hay una muestra:

"No querer nada más, Esperar, hasta que no haya nada más que esperar (...) Aparecerá ante ti(...) una vida inmóvil, sin crisis, sin desorden (...) algo que nunca tendrá fin va a comenzar: tu vida vegetal, tu vida anulada" (pag 48)

En todo el desarrollo de la novela hay un clima pesimista que lo invade y empapa todo. Apenas una frase con un cierto optimismo casi en la conclusión, apenas enunciada, a la que sigue inevitablemente un mazazo final. La comparación del hombre con la naturaleza, en la que el hombre sale mal parado.

Y quizás es extraña la finalización pues no sabría decir si positivamente el narrador le afea al personaje la estupidez de su singladura, el sinsentido de su contemplación, de ese proceso ascético que ha emprendido a lo largo de las páginas del libro:

"Pero el juego ha terminado, la gran juerga, la ebriedad falaz de la vida suspendida. El mundo no se ha movido y tú no has cambiado. La indiferencia no te ha dejado indiferente"(pag 129)

Y se atreve a aconsejarle que viva, pero es un canto con la boca pequeña, casi con reparos, dicho en voz baja, como si no hubiera otra alternativa lógica pero sin ser, en ningún momento, uno de esos inocentes cantos a la vida:

"En un dia como éste, algo más tarde o más temprano todo vuelve a empezar, todo empieza, todo continúa" (pag. 130)

Leer a Perec, actividad siempre interesante y desasosegadora, también es un viaje, un viaje que requiere un esfuerzo -ahora que está tan poco de moda esforzarse- y una cierta introspección como la que alcanza el protagonista, un camino sin retorno que no sabemos a dónde nos llevará y si tendrá algún sentido pero que debe emprenderse en algún momento de nuestras vidas.

1 comentario:

  1. Acabo de comprar el libro, aunque ya sé de que se trata porque he leído fragmentos en la red y he visto la película de los años 70. Sin embargo, lo ya asimilado, no le resta encanto al placer de leerlo.

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