La chaise-longue victoriana
Marghanita
Laski
Traducción
de Laura Salas Rodríguez
Prólogo de
Isabel Núñez
Automática
editorial, 2012
139 páginas
16,50 €
Marghanita Laski
(Manchester, 1915-1988), sobrina del intelectual socialista Harold
Laski. Pese a que nació en una familia judía, fue una atea convencida. Desarrolló
gran parte de su carrera en los ámbitos académico y literario. Trabajó como
periodista y ejerció como crítica literaria, siendo una participante habitual
en programas radiofónicos como The Brains Trust y The Critics, y
escribió ensayos sobre Jane Austen y George Eliot. Publicó varias novelas entre
la que destaca La chaise-longue victoriana
que P.D. James calificó como «la novela
corta más aterradora y hábilmente contada de la década».
Melanie Langdon es una joven que, como consecuencia de una
tuberculosis sobrevenida durante el embarazo, es obligada a permanecer en
reposo. Pertenece a una familia burguesa -su marido es un joven abogado con una
carrera prometedora- ahora tiene un hijo y vive en la más absoluta felicidad si
no fuera por la enfermedad que la deja postrada en la cama y que a duras penas le
ha permitido ver a su hijo.
Después de
las últimas pruebas médicas, el doctor Gregory la autoriza a salir de la
habitación pudiendo pasar varias horas en el salón. Es allí donde está situada
la chaise-longue “fea, tosca y extraordinaria, tenía una longitud de poco más
de dos metros y una anchura proporcional” (pág. 31), adquirida en una tienda de
antigüedades.
Cuando se
queda adormecida en la chaise-longue, su vida cambiará radicalmente: de encontrarse
en un salón cálido, alegre y rodeada de personas que la quieren, pasa a un salón
lúgubre, frio, oscuro y con un ligero olor a podrido.
Melanie no
entiende la situación pero ve claramente que está viviendo una pesadilla de la
que no puede despertar. En ese lado oscuro pasará de ser Melanie Langdon a ser
Milly Baines y está en 1864.
En esa
pesadilla estará rodeada de una serie de personajes siniestros: Adelaide, su
hermana, que recuerda a la tía de Jane Eyre; el señor Endwordthy, el párroco;
Philip, enamorado de Milly y que no puede hacer nada por ella. Melanie se verá inmovilizada, abatida y
tendrá que luchar para sobrevivir.
La protagonista está rodeada de secretos y prejuicios propios
de una época en la que las mujeres no importaban. La autora aprovecha esos
interrogantes de Melanie para reflexionar sobre las condiciones en que vivían
las mujeres victorianas. Es muy interesante el prólogo de Isabel Núñez, La poética del horror clásico. Dice que “una forma más de intensificar la
impresión de encierro, la imposibilidad de desarrollar los propios potenciales
y talentos que enfermaba y enloquecía a tantas mujeres (como las primeras
pacientes de Freud), constreñidas a vivir tan sólo a través de sus maridos e
hijos” (pág. IX).
Al principio de la novela se da un diálogo entre Melanie y
Guy, su marido, en el que ella misma
reconoce que es más tonta en comparación a él. Guy le reafirma que la quiere
tonta pero el doctor Gregory reflexiona
“no es la tontita que él se cree, ni mucho menos, es una criatura puramente
femenina que se adapta a lo que su hombre quiere que sea. Tampoco diría que es
inteligente, más bien astuta” (pág. 22).
La chaise-longue
victoriana es una
novela corta, terrorífica, pero no
entendida como un terror gore sino el terror de las antiguas novelas. Es
desasosegante. No defrauda en absoluto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario