Corazones en barbecho
Cristina Monteoliva
Edición de la autora, 2015
96 páginas
7,85 Euros (Amazon)
Cristina Monteoliva es una autora granadina, concretamente de
Almuñecar. Tenía un blog de reseñas literarias llamado La biblioteca imaginaria
y, ahora, vuelve al ataque con otro denominado La orilla de las letras. Se atrevió
a escribir y comenzó con Elías y los
ladrones de magia y éste, su segundo libro.
Corazones en barbecho está escrito en clave de humor y en
él la autora critica los libros de literatura romántica no entendida como el
movimiento literario, sino aquellas novelas rosas edulcoradas y cuyas portadas
nos deleitan con cuerpos maravillosos de galanes musculados, con cabellos
largos al viento y mujeres espectaculares, todos ellos editados en colores
pastel.
Para ello Cristina Monteoliva nos presenta a Fulgencia, una mujer cuarentona que ha entrado en la madurez haciéndose cargo
de unos ancianos y ve como su vida se está desperdiciando.
Todo empieza un lunes cuando la protagonista decide salir de
Pueblo (así se llama el lugar de donde procede Fulgencia) a Ciudad para
encontrar a su caballero andante, su verdadero amor: “Su verdadero amor debe de ser un hombre maduro, de entre treinta y
cinco y cuarenta y cinco años, alto y, sobre todo, guapo. Si es moreno o rubio,
le da igual. Incluso si fuera pelirrojo lo querría” (pág.13). Eso sí, no debe ser joven porque no soportaría las tonterías propias de la juventud. “A la mínima tontería, le darían ganas de
soltarle una colleja” (pág.13). Y si
hay algo que le gusta a Fulgencia es dar collejas.
Cuando por fin el tren llega a la estación, Ciudad le
deparará una serie de divertidas vicisitudes que nos revelarán el carácter de
Fulgencia.
La protagonista de Corazones
en barbecho es tremendamente cursi. La autora habla de ella en los términos
de dama, doncella y Fulgencia se ofende tremendamente cuando la llaman señora;
ella es señorita, lo que provoca bastantes carcajadas en la lectura de la
novela.
Ella tiene claro que en Ciudad encontrará a su enamorado, al
hombre de sus sueños, pero también la libertad que la gran urbe le da al no
sentirse reconocida por nadie. Poco a poco iremos viendo que Fulgencia está
asfixiada por la vida en Pueblo, lo que hace que su carácter sea algo tosco
pero, en el fondo, tiene un gran corazón.
En todas las aventuras en las que se ve envuelta en Ciudad
siempre acaba conectando por personas poco favorecidas económicamente llegando
a darle dinero a más de una.
Durante toda la jornada la protagonista recibe llamadas de
Pueblo porque ha dejado al cuidado de su sobrina a los abuelos y, la joven,
agobiada por la responsabilidad,
pretende que Fulgencia regrese inmediatamente.
De alguna manera, pese al enfado que le provoca la situación y pese a que el estar en Ciudad hace que
respire unas cuantas horas, reflexiona
sobre qué será de ella cuando se quede
sola: “Fulgencia siente como cae sobre
ella la peor de las condenas imaginables: la de vivir una vida anodina en un
lugar que le gusta cada vez menos, haciéndose cargo de una casa que odia y unos
ancianos que la asfixian” (pág.56).
Por eso pretende encontrar al hombre de sus sueños en Ciudad,
ese que aparece en las trescientas cincuenta y cuatro novelas románticas leídas
a lo largo de toda su anodina vida. Son muy divertidos los títulos que menciona
Cristina Monteoliva.
Para saber si consigue al “fornido leñador de mirada profunda y sensual camisa de cuadros
dispuesto a abrazar tierna pero apasionadamente a nuestra dama para, más tarde,
llevarla amablemente a su cabaña, lugar en que se besarían hasta que se
ocultara el sol” (pág. 9) deberán leer Corazones
en barbecho de Cristina Monteoliva. No se arrepentirán de pasar un buen
rato de lectura.
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