Fiodor Dostoievski
Nevsky Prospects, 2010
Traducción: James y Marian Womack
Prólogo: Elvira Navarro
189 pp
15 euros
La lectura de este pequeño libro de Fiodor Dostoievski (1821-1881) nos plantea una duda sobre la pervivencia del patrón humorístico con el transcurso del tiempo. Al leer esta obra que contiene tres historias que se anuncian cómicas, uno percibe que el concepto y el gusto por determinado tipo de humor es cambiante a lo largo del tiempo. No sé si será la época en que fue escrito o el concepto de humor que puede tener un ruso, o quizá el idioma en que fue pensado o la dificultad de traducir determinadas bromas, lo cierto es que con la lectura de estas tres obras breves me he sentido bastante alejado del concepto de comicidad que manejan. Todo lo más que he conseguido ha sido sonreír en algún momento. Quizá hay algo de ironía, e incluso pasajes de humor negro, y esa misma ironía sirve al autor para hacer crítica o tratar temas del momento tal y como comentaré más tarde.
Alejado de la voz de sus obras mayores –Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El jugador…- pero no así del estudio psicológico de los personajes, Dostoievski nos presenta a unos seres a menudo llevados hasta el extremo o en situaciones extrañas a fin de explorar en el comportamiento de los mismos.
En Cocodrilo (1865), Iván Matvéich es devorado por un cocodrilo que se exhibe en una especie de feria. Todo el relato nos lleva por los pros y los contras de ser sacado de su estómago. El autor aprovecha la ocasión para hablar de política, economía, educación o sociedad. Algunos ejemplos puestos en boca de los personajes:
“Con él siempre se trataba del progreso y de extrañas ideas por el estilo. ¡Y a esto es exactamente a lo que lleva el progreso! (p. 34)
“Este asunto (…) ocurre cuando educamos a las personas por encima de sus expectativas” (p.34)
“La propiedad comunal es un veneno” (p.39)
Todo ello dicho con mucho humor negro, eso sí:
“…cuanto más vacía está la cabeza de un hombre, por ejemplo, menos sentirá la necesidad de llenarla” (p.56)
La segunda obra, Bobok (1873), nos habla de las conversaciones que tienen los muertos de un cementerio y en el relato volvemos a encontrar una cuantas perlas:
“Hoy en día, el humor y el buen estilo se encuentran en vías de extinción, y los insultos han sustituido al ingenio” (p.84)
¿Les suena esta reflexión?
Y otra más:
“El más inteligente en mi opinión es el hombre que se llama tonto a sí mismo una vez al mes” (p.86)
Tampoco falta aquí el humor negro. Dos muertos se afean el uno al otro el nauseabundo olor que destilan:
“No me estoy revolviendo en mi tumba, señora, y no huelo tan mal como si lo estuviera, porque me he cuidado mucho mientras vivía” (p. 96)
Y sobre moralidad y la moral de la época otras perlas:
“…uno percibe el hedor del camposanto, entonces debe tratarse de un hedor moral” (p.107)
O bien:
“Ahí arriba (sobre la tierra) es del todo imposible vivir sin mentir, porque vivir y mentir son sinónimos” (p. 109)
A veces también el autor utiliza temas clásicos de la literatura: el ubi sunt, el poder igualador de la muerte. Temas que en la literatura española aparecen en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique:
“Ahí arriba era un general, ¡pero aquí es una mierda!”
Y también en:
“Aquí se pudrirá en su tumba, y todo lo que quedará de usted serán seis botones de bronce” (p. 111)
Por último, la tercera obra, La mujer de otro hombre y su marido debajo de la cama (1848), parece una historia de enredos al más puro estilo de la comedia de Hollywood en el que dos personas mantienen un extraño encuentro frente a un edificio y acaban compartiendo una serie de peripecias que se van poco a poco enredando más.
Probablemente, la mayor virtud de esos tres pequeños textos no sea su comicidad, quizá sí en su tiempo y en su espacio natural, sin embargo a nosotros nos llega mejor el testimonio de una época de cambio con roles morales en agitación, asuntos políticos en proceso de transformación, una sociedad que va camino del siglo veinte y deja atrás una moral falsa y caduca. Asimismo otro de los aspectos destacables es la capacidad del autor de reflejar diversidad de comportamientos. Sus personajes no son tipos, son auténticos y pese a su comicidad, a veces llevada a extremos insospechados (el hombre devorado por un cocodrilo hablando desde su estómago), resulta un mosaico más que interesante del comportamiento humano.
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