domingo, 6 de abril de 2014

EL LIBRO DE JADE DE JUDITH GAUTIER



El libro de jade
Judith Gautier
Ardicia editorial, 2013
126 páginas
15,90 euros

En una época tan convulsa como la que nos ha tocado vivir pocas son las noticias que nos reconcilian con el mundo y la humanidad. Al final acabamos huyendo sin saber hacia dónde y porqué. Isabel Núñez (1957-2012) solía decir que la belleza le calmaba. Pocos son los libros cuyo goce estético nos hace olvidar por un instante este mundo nuestro. Recuerdo uno especialmente con temática de fondo también oriental. Sarinagara de Philip Forest, libro reseñado ya en esta página. Libro también que, casualmente, solía citar Isabel Núñez.

Así encontrar una joya tan delicada como El libro de Jade de Judith Gautier (1845-1917) es como situarse en un balneario mental. La autora es hija de Théophile Gautier (1811-1872), de gran cultura y sensibilidad oriental, dominaba el chino y cultivaba el gusto por lo oriental como era común en su época. Con este libro de poemas trató de recoger toda una tradición y modo de vida oriental. Baudelaire (1821-1867) le dedico Las flores del mal.

El libro está dividido en siete partes que constituyen algo así como siete esferas de la vida que recoge la tradición cultural china. Son, a saber: Los enamorados, la luna, el otoño, los viajeros, el vino, la guerra y los poetas.

Ayudan notablemente a situarse en el contexto los escritos Remy de Gourmont, prólogo a la edición de la época, y un acercamiento desde la actualidad que nos da Jesús Ferrero para entender las notables diferencias de concepto entre lo oriental y lo occidental.

Judith Gautier viene a hacer una reinterpretación de textos chinos clásicos, cuyos autores cita, según el gusto francés de la época, contagiado de la corriente literaria dominante, el simbolismo.

Los textos son un compendio de imágenes exquisitas, pero a la vez cotidianas, sencillas, cuya trascendencia está en la delicadeza de los momentos que se describen, en la dulzura de los paisajes y de los instantes.
Algunos ejemplos (p.41):

“El cielo está también en el río; cuando una nube cruza
sobre la luna la veo pasar en el agua “

O también (p.69):

“(…) pienso que el hombre,
sin las mujeres, es como una flor despojada de follaje”

Y (p.87):

“La mujer, en el esplendor de su belleza, se asemeja
al viento tibio de agosto, refresca y perfuma nuestra
vida”

Retazos de monotonía que a veces no están exentos de una cierta crueldad (p.97), la crueldad de la guerra, la crueldad de la naturaleza humana:

“Venga, mujer, clava tu larga aguja en la seda roja del
bastidor, y trae aquí mis armas guerreras (…)
Y ahora tiembla y aléjate, a que este es el rostro terri-
ble que ofreceré a los enemigos”

Es este apartado de la guerra uno de los más llamativos del libro.

El libro comprende el mundo de las tradiciones, de lo antiguo, donde cada uno tiene un papel.

Como señala acertadamente Jesús Ferrero en los poemas orientales importa tanto lo visual como lo musical. De ahí la importancia de lo sensorial.

También son especialmente curiosas las imágenes de los viajeros con su recuerdo de la tierra que dejan atrás, tan cercana a nuestra realidad (p.81):

“Pobre viajero, lejos de la patria, sin dinero y sin amigos,
Ya no escuchas la dulce música de la lengua materna”

Y muy destacable también el apartado relativo al vino (p.88):

“Como la hierba que quita las manchas sobre una pieza
De seda, borra el vino las disputas en el corazón”.

El libre de jade nos trae un mundo lejano, ya olvidado, con un testimonio especial de la época en que fue escrito.


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