El
libro de jade
Judith Gautier
Ardicia editorial, 2013
126 páginas
15,90 euros
En una época tan
convulsa como la que nos ha tocado vivir pocas son las noticias que nos
reconcilian con el mundo y la humanidad. Al final acabamos huyendo sin saber
hacia dónde y porqué. Isabel Núñez (1957-2012) solía decir que la belleza le
calmaba. Pocos son los libros cuyo goce estético nos hace olvidar por un
instante este mundo nuestro. Recuerdo uno especialmente con temática de fondo
también oriental. Sarinagara de
Philip Forest, libro reseñado ya en esta página. Libro también que,
casualmente, solía citar Isabel Núñez.
Así encontrar una joya
tan delicada como El libro de Jade de
Judith Gautier (1845-1917) es como situarse en un balneario mental. La autora
es hija de Théophile Gautier (1811-1872), de gran cultura y sensibilidad
oriental, dominaba el chino y cultivaba el gusto por lo oriental como era común
en su época. Con este libro de poemas trató de recoger toda una tradición y
modo de vida oriental. Baudelaire (1821-1867) le dedico Las flores del mal.
El libro está dividido
en siete partes que constituyen algo así como siete esferas de la vida que
recoge la tradición cultural china. Son, a saber: Los enamorados, la luna, el
otoño, los viajeros, el vino, la guerra y los poetas.
Ayudan notablemente a
situarse en el contexto los escritos Remy de Gourmont, prólogo a la edición de
la época, y un acercamiento desde la actualidad que nos da Jesús Ferrero para
entender las notables diferencias de concepto entre lo oriental y lo
occidental.
Judith Gautier viene a
hacer una reinterpretación de textos chinos clásicos, cuyos autores cita, según
el gusto francés de la época, contagiado de la corriente literaria dominante,
el simbolismo.
Los textos son un
compendio de imágenes exquisitas, pero a la vez cotidianas, sencillas, cuya
trascendencia está en la delicadeza de los momentos que se describen, en la
dulzura de los paisajes y de los instantes.
Algunos ejemplos (p.41):
“El cielo está también
en el río; cuando una nube cruza
sobre la luna la veo
pasar en el agua “
O también (p.69):
“(…) pienso que el
hombre,
sin las mujeres, es
como una flor despojada de follaje”
Y (p.87):
“La mujer, en el
esplendor de su belleza, se asemeja
al viento tibio de
agosto, refresca y perfuma nuestra
vida”
Retazos de monotonía
que a veces no están exentos de una cierta crueldad (p.97), la crueldad de la
guerra, la crueldad de la naturaleza humana:
“Venga, mujer, clava tu
larga aguja en la seda roja del
bastidor, y trae aquí
mis armas guerreras (…)
Y ahora tiembla y
aléjate, a que este es el rostro terri-
ble que ofreceré a los
enemigos”
Es este apartado de la
guerra uno de los más llamativos del libro.
El libro comprende el
mundo de las tradiciones, de lo antiguo, donde cada uno tiene un papel.
Como señala
acertadamente Jesús Ferrero en los poemas orientales importa tanto lo visual
como lo musical. De ahí la importancia de lo sensorial.
También son
especialmente curiosas las imágenes de los viajeros con su recuerdo de la
tierra que dejan atrás, tan cercana a nuestra realidad (p.81):
“Pobre viajero, lejos
de la patria, sin dinero y sin amigos,
Ya no escuchas la dulce
música de la lengua materna”
Y muy destacable también
el apartado relativo al vino (p.88):
“Como la hierba que
quita las manchas sobre una pieza
De seda, borra el vino
las disputas en el corazón”.
El
libre de jade nos trae un mundo lejano, ya olvidado,
con un testimonio especial de la época en que fue escrito.
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