Las mujeres
T.C. Boyle
Traducción: Julia Osuna Aguilar
Editorial Impedimenta, 2013
538 pág.
24,95 €
Las mujeres es una novela sorprendente. Thomas Coraghessan
Boyle (1948) nos narra de forma magistral la vida y, sobre todo, los amores del
famoso arquitecto Frank Lloyd Wright, uno de los arquitectos más importantes
del siglo XX y conocido por el diseño, entre otros, del Guggenheim de Nueva
York, el Hotel Imperial de Tokio o su casa, Taliesin, ubicada en Wisconsin, dos
veces quemada y dos veces reconstruida.
Su vida fue, sentimentalmente
hablando, bastante ajetreada. Esposas, amantes que después se convierten en
esposas. Todas ellas mujeres con una sensibilidad especial para el arte pero
que acaban siendo arrastradas por la personalidad de Wright.
La novela está dividida en tres
partes, cada una de ella dedicada a una mujer aunque no en un orden lógico y
cada parte tiene un prólogo –de ficción- narrado por Tadashi Sato, un aprendiz
japonés de la escuela-taller que crea en
Taliesin.
La primera mujer de Wright es
Catherine Tobin Wright, “Kitty”, se casaron muy jóvenes y con ella tuvo seis
hijos pero no les prestó la atención que realmente merecían. Kitty no aceptaba
las numerosas infidelidades de su marido: "(…)
su marido era un donjuán, siempre lo había sido y seguiría siéndolo (…) debía
ejercer sus encantos sobre las mujeres del barrio porque eran ellas las que
llevaban las riendas de la economía familiar (…). "(pág. 401).
Pero el problema llegó cuando
Wright y “Mamah”, reúnen a sus respectivas parejas para decirles que están
enamorados y que les abandonan ya que su amor es lo más importante. “Kitty
lo había aceptado, le había creído y
confiaba en él. Tenía la esperanza de que superara aquel encaprichamiento, al
igual que había superado otros con anterioridad “(pág. 401).
Martha Borthwick, “Mamah”, será
su amante. Abandona a su marido y a sus hijos pequeños para vivir con Frank
Lloyd Wright. “Tenía la mano tan firme y
decidida como la de un asesino, la de un leñador con el hacha sobre la panza
del lobo o la de una bruja con el horno a todo trapo, y se le fue al asa de la
maleta, al tiempo que susurraba su despedida en un idioma nuevo, el del
heroísmo y el sacrificio, y se escabullía por el pasillo”. (pág 416)
Era una mujer de ideología
liberal y feminista. Traduce libros del alemán de Ellen Key, feminista sueca,
escritora, pedagoga y pensadora radical.
Intenta educar a sus hijos en esas convicciones ideológicas aunque sólo
los ve en vacaciones.
A ambos no les dio tiempo a
casarse ya que murió trágicamente en el primer incendio de Taliesin. Esta casa,
una de las obras más importantes de su arquitectura, la construyó para Mamah.
Es posible que fuera a la mujer que más amó.
En el duelo de Mamah conoció a
Maude Miriam Noel, “Miriam”, una mujer esnob, superficial, inestable y
aficionada a la morfina. Con un carácter tan fuerte como el de Wright. Tuvieron
un amor apasionado, violento, visceral. Realmente fue una relación enfermiza y
destructiva. “La necesitaba, la quería, y
le rogó que volviera, y no solo a Chicago, sino a Taliesin, para ser su mujer.
¿Y ella? (…) ¿Y qué si era por lujuria?. La necesitaba, e iba a mostrarle todo
lo que podía darle, más allá de eso, de la maldición del sexo (…) (pág.
279).
La última esposa fue, Olga
Lazovich Milanoff Hinzenberg, “Olgivanna”, de origen serbio. Se conocieron en
un espectáculo de ballet en Chicago, en 1924 y él quedó prendado “una
joven morena, alta y de rostro adusto (…)” (pág.39). “Se le fueron los ojos hacia ella en cuanto se sentó”, (pág. 41). Él se encapricha de ella, al igual que se
encaprichó de las anteriores y consigue que abandone a su marido y, junto a su
hija Svetlana, para irse a vivir con él a Taliesin. Con el tiempo se
vuelve una “mujer amargada, magra y
carente de humor, (…) siempre atareada con las tareas del hogar (…)”,
(pág.40).
En Las mujeres, T. C. Boyle nos
describe a Frank Lloyd Wright como un hombre egoísta, estafador, vividor. “Iba y venía con total libertad de Spring
Green a Chicago, donde viajaba para engatusar a clientes (…). Manipulaba los
libros de cuentas, firmaba cheques sin fondos (…) (pág. 249).
Quería vivir a su aire, sin tener
en cuenta las normas de la sociedad del momento. “¿Por qué no le dejaban vivir su vida a su aire?¿Quién hacía las reglas
para reprimirle?. Las normas eran para otra gente, para la gente ordinaria, la
que no tenía ni pensamiento propio ni originalidad ni ningún sentido del mundo
(…)” (pág. 442).
Hemos de imaginar que en la época
en la que vivió el arquitecto y en esa América profunda, no debió ser muy bien
visto el modo de vida que vivía. La prensa deba cuenta de todos sus amoríos e
incluso Miriam llegó a acusarle de haber violado unas cuantas leyes sobre moralidad vigentes en ese momento en el país, cuando ya vivía con Olgivanna.
Aún así, era adorado por sus
aprendices a los que trataba como auténticos esclavos. No sólo tenían que
trabajar como delineantes sino también en el campo, la cocina. Era dueño de sus
vidas.
Las mujeres de T. C. Boyle es una novela para incondicionales de biografías de
personalidades con sus luces y sus sombras.
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