La muerte del corazón
Elizabeth
Bowen
Traducción:
Eduardo Berti
Editorial Impedimenta, 2012
402 páginas
23,95 €
Elizabeth Bowen
(1899-1973) nació en Dublín (Irlanda). Cuando su padre comenzó a tener
problemas mentales en 1907 se marchó con su madre a Inglaterra (Hythe, Kent) y,
tras la muerte de su madre en 1912, Bowen se mudó a vivir con sus tías. La
experiencia de la orfandad está presente en esta novela. Cursó estudios de arte pero decidió dedicarse
a la escritura. Fue entonces cuando se unió al Círculo de Bloomsbury (Virginia
Woolf, Lytton Strachey, Edwar Morgan Forster, Katherine Mansfied, entre otros). Tenían en común un gran desprecio por la religión, estaban en contra de la moral victoriana y el realismo del siglo XIX. Por otra parte, todos se
consideraban miembros de una élite intelectual ilustrada, de ideología liberal y humanista y propugnaron especialmente la
independencia de criterio y el individualismo esencial. Se casó en 1923 aunque
mantuvo varias relaciones extramatrimoniales entre ellas con un diplomático
canadiense, un escritor irlandés y una poeta estadounidense. Escribió La muerte del corazón en 1938 y es
considerada una de las novelas más importantes de la narrativa inglesa.
La muerte del corazón está ambientada en el Londres de entreguerras y narra la
historia de Portia Quayne una joven de dieciséis años que, a la muerte de su
madre se tiene que ir a vivir a Londres a casa de su hermanastro Thomas y de su
mujer Anna.
La muerte del corazón está dividida en tres
partes. En la primera, El mundo, conocemos
a los personajes en todo su esplendor: Portia, la protagonista, que ha vivido
siempre alojándose en hoteles, y, como consecuencia de su orfandad, tendrá que
ir a vivir temporalmente a casa de su hermanastro Thomas Quayne. Vive en una
lujosa vivienda, en Windsor Terrace junto a su superficial mujer, Anna. Portia
hará gala de una extraordinaria capacidad de observación y se dará cuenta de
que realmente está sola.
A lo largo de toda la
narración, la protagonista escribe un diario, infantil si cabe, pero en el que irá describiendo todo lo que observa en su
entorno. No sólo nos contará lo que ha hecho en el colegio sino que veremos
cómo evolucionan sus sentimientos.
Alrededor de estos
personajes van apareciendo otros que no son mejores que los familiares de
Portia: Saint- Quentin, escritor; Eddie, un arribista. Ambos amigos de Anna y a
los cuales Thomas no quiere ni ver, o el comandante Brutt, conocido de Anna
que, después de abandonar el ejército, vive en condiciones bastante precarias y
pretende que Thomas le ayude a encontrar un empleo, pero Thomas no tiene ninguna intención, de hecho
hace una descripción realmente cruel de él: “Los modelos de hombre tienen sus
épocas, al igual que los modelos de coches: el comandante Brutt era un modelo
1914-18: ya no había mercado para él” (pág 112).
La única persona que le hará caso a Portia es
Matchett, ama de llaves de la madre de Thomas que, a la muerte de esta, decidió
que no se podía separar de los muebles: “Cuando hicieron hueco para los
muebles, hicieron hueco también para mí y pudieron ver que nada iba a cambiar
en sus vidas” (pág.101). Son muy interesantes sus reflexiones.
La soledad que siente
Portia la llevará a enamorarse de Eddie. Eddie pertenece a un hogar humilde
pero estudió en Oxford. “En Oxford lo habían aceptado y habían jugado con él a
su capricho, ponderándolo, criticándolo y asignándole por fin la función de
un idiota”. “Sus modales (…) se habían
vuelto firmes, vivaces y repletos de confianza. Se había convertido en todo un
arribista” (pág. 78). Es un ser bastante inmoral y esto se podrá ir observando
a lo largo de toda la novela.
En la segunda parte
de La muerte del corazón, La carne, como consecuencia de un viaje
que realizan Thomas y Anna a Capri, Portia debe trasladarse a casa de la señora
Heccomb, antigua institutriz de Anna y por la que siente auténtica adoración.
Vive en Seale, en una casa frente al canal de la Mancha y con Daphne y Dickie,
hijos de su difunto marido. Aquí Portia vivirá una vida completamente distinta.
La casa de Windsor Terrace es absolutamente rígida y superficial mientras que
en Waikiki (así se llama la casa), la vida es más espontánea aunque rige la más
absoluta corrección: se puede gritar pero no decir palabrotas y se mantiene una
actitud púdica en todo momento. La casa siempre tiene gente, amigos de Daphne y
Dickie con los que Portia se relacionará aunque el problema llegará cuando
Eddie viene a pasar un fin de semana. Ella está muy ilusionada con la llegada de
Eddie. Elizabeth Bowen hace una reflexión muy interesante al respecto: “Las ilusiones
son la forma más temeraria del sueño; pero los sueños se cumplen en el mundo
despierto: la diferencia es sutil y a menudo dolorosa” (pág. 237). Todo se
complica a su llegada y Portia comenzará a darse cuenta del carácter voluble de
él.
En la última parte de
La muerte del corazón, El diablo, Portia vuelve a Widsor
Terrace y descubrirá la farsa de su relación con Eddie y con el resto de su
familia.
La muerte del corazón es la historia de la pérdida de la inocencia y desde la primera línea sabremos que no tendrá
un final feliz: “La inocencia se encuentra tantas veces sometida a falsas
situaciones que los individuos interiormente inocentes aprenden a perder la
ingenuidad” (pág. 131). Esta es la frase
que define la narración y la imagen que he tenido en todo momento de Portia
Quayne durante la lectura es la del cuadro que ha utilizado Impedimenta para la
portada. Es una extraordinaria novela que no deja indiferente al lector.
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