Las novelas tontas de
ciertas damas novelistas
George Eliot
Traducción y prólogo de Gabriela Bustelo
Editorial Impedimenta,2012
59 páginas
12,50 euros
George Eliot era el pseudónimo de
Mary Anne Evans (1819-1880). Fue una de las grandes figuras de la narrativa
inglesa. Usó un nombre masculino para que su obra fuera tomada en serio ya que
pocas escritoras escribían con sus verdaderos nombres, aunque había
excepciones: las hermanas Brontë. Por
otro lado también quiso evitar el escándalo que suponía mantener una relación
extramatrimonial con el periodista George H.
Lewes que duró desde 1854 a 1878, fecha en que falleció.
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas es un pequeño ensayo
de George Eliot sobre la novela tonta (o rosa) y empieza así: “El género de las
Novelas Tontas Escritas por Mujeres tiene muchas subespecies que, según la
calidad concreta de la tontería que predomine en ellas, pueden ser
superficiales, prosaicas, beatas o pedantes. Pero la amalgama de todas estas
subespecies variopintas produce un
género-basado en la fatuidad femenina – donde pueden incluirse la mayoría de
estas novelas, que podríamos llamar del estilo de “artimaña y confección” (pág.
15)”. Toda una declaración de intenciones.
A partir de aquí pone varios
ejemplos de novelas tontas teniendo en cuenta las subespecies referidas en el
primer párrafo del ensayo, aunque nos indica el título pero no el nombre de las autoras. Según explica la prologuista y traductora,
Gabriela Bustelo, estas novelas son
objeto de estudio en los cursos de escritura en Inglaterra.
Comienza hablando sobre Compensación,
una novela de “artimaña y confección”. No tiene desperdicio el diálogo de una
niña de cuatro años con su madre. Eliot acaba el texto haciendo la siguiente
reflexión: “No sorprende descubrir que este portento infantil, cuyos síntomas
tienen un preocupante parecido con los de una adolescencia anulada por la
ginebra, desciende de una madre que también es un verdadero fénix” (pág. 21).
La siguiente novela sería Laura Gay, seguiría Rango y belleza, El enigma: un fragmento de
las crónicas de la Casa Wolchorley, La vieja iglesia gris y Adonías,
un relato de la diáspora judía.
Es una lástima que no sepamos el
nombre de las autoras de estas novelas. He intentado buscar información a
través de internet pero no he encontrado
ninguna referencia sobre ellas. Creo que si la prologuista tenía esta
información habría sido estupendo compartirla con los lectores de este ensayo.
En Las novelas tontas de ciertas damas novelistas hay párrafos realmente demoledores. He aquí
una muestra:
“Las novelas tontas transcurren
casi todas en el entorno de una alta sociedad de enorme elegancia. Pensábamos
que las mujeres necesitadas se hacían novelistas, como se hacen institutrices,
porque ambas ocupaciones permiten ganarse el pan de un modo bien visto por la
sociedad (…). Bajo la mala literatura había un estómago vacío; bajo la tontuna,
un mar de lágrimas” (pág. 18).
Haciendo referencia a El enigma, “Si, tal como se acepta
universalmente desde hace tiempo, una gran preparación cultural no hace sabio a
un hombre, una preparación cultural mínima basta para hacer sabia a una mujer.
Y la modalidad más traviesa de la tontería femenina es la modalidad literaria,
porque tiende a confirmar el prejuicio popular contra una educación femenina
más sólida” (pág. 43).O, “el intelecto medio de las
mujeres está mal representado por el grueso de la literatura femenina, pues las
pocas autoras que escriben bien están muy por encima del nivel intelectual de
las mujeres en general, pero las numerosas autoras que escriben mal están muy
por debajo” (pág. 56).Otras novelas hacen alusión a
este tema. Podemos encontrar un párrafo en la novela Unos ojos azules del
escritor Thomas Hardy (1840-1928), que coincidió en el tiempo con la Sra. Eliot,
en el cual la protagonista, Elfride Swancourt, ha escrito una novela y cuando
su madrastra se entera de que no tiene intención de publicarla le dice lo
siguiente: “Pamplinas, hija mía. Publícala, sea como sea. Todas las señoras lo
hacen hoy en día; no para ganar dinero, como puedes imaginar, sino como
garantía de que sus futuros maridos las respetarán intelectualmente” (pág. 160.
Editorial de Debolsillo, febrero 2010).
Actualmente podríamos decir que
las novelas tontas serían las denominadas chick-lit, por ejemplo, El
diario de Bridget Jones (Helen Fielding) o cualquier título de Marian Keyes
o lo que es lo mismo, cualquier libro de cualquier escritora de las sagas de
los señores de las tierras altas de
Escocia, los Highlanders, hombres guapísimos, feroces guerreros y que se
vuelven tiernos cuando conocen a la mujer más joven y bella
del mundo y, sobre todo, virgen y sexualmente muy activa y que, pese a
que han luchado a muerte por salvar a la heroína, huelen a lavanda. No sé qué pensaría la señora Eliot al
respecto si leyera una de estas novelas.
Me quedo con la frase que dice
Cristina Armiñana, referida en el prólogo, al respecto de la novela rosa y esto
se puede aplicar en las novelas de todos los tiempos: “Las mujeres buscan
hombres que aún no existen. Los hombres buscan mujeres que ya no quedan. Y las
novelas románticas hacen realidad ambos sueños”. Sobran las palabras.
George Eliot debió de causar
mucho revuelo en su época al publicar este ensayo, sobre todo si las autoras
eran conocidas.
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