Westwood
Stella
Gibbons
Traducción:
Laura Naranjo y Carmen Torres García
Ed.
Impedimenta, 2012
460 pp
27,95 euros
Stella Gibbons (1902-1989) nació en Londres en el seno de una
familia de clase media. Su padre era médico en los suburbios de Londres, muy
aficionado al láudano y a la bebida, y con una fuerte tendencia a odiar y menospreciar
a las mujeres. Esta situación familiar marcó bastante a la autora en su carrera
literaria que incluso llegó a utilizar esta experiencia como material para sus
novelas. Fue periodista, escribió numerosas novelas, relatos, poesía, pero es
reconocida especialmente por la novela La hija de Robert Poste (1932) y su
secuela Flora Poste y
los artistas (1949). Publicó Westwood en 1946.
Westwood nos narra la historia de Margaret
Streggles: una mujer romántica, soñadora, con inquietudes culturales y poco
agraciada. Es el personaje
tipo de la novela victoriana. Su propia madre hace alusión a su aspecto: “…
pareces una auténtica institutriz victoriana, sólo te faltan las gafas de
concha…” (pág. 33). Vive
casi siempre en las nubes y busca casa en Londres, ciudad devastada por los
bombardeos de los alemanes en la II Guerra Mundial.
Margaret vive
con su familia. La madre ahoga sus
frustraciones obsesionada por el orden y
la limpieza. No soporta el aspecto desarrapado de su hija ni los escarceos
amorosos de su marido, periodista de
profesión que huye de casa siempre que puede
para lanzarse a los brazos de otras mujeres. Mientras, su hermano, lucha
en el frente contra los alemanes.
Margaret tiene
una buena amiga, Hilda, que es completamente distinta a ella: exuberante,
divertida, alocada, siempre flirteando con hombres y nunca dejándose arrastrar
por ellos.
En uno de
los paseos que realiza por Londres, Margaret encuentra una cartilla de
racionamiento y, cuando la entrega a su propietario, descubre que pertenece a
un pintor, Alex Niland, casado con Hebe,
hija de una familia adinerada londinense. El hecho de conocer a esta familia provoca
que su mundo cambie por completo. A partir de ese momento les profesa auténtica
adoración, sobre todo a Gerard Challis,
padre de Hebe, dramaturgo de éxito, aburrido y mujeriego, por el que siente
auténtica veneración. Hará lo posible por estar el máximo tiempo posible en
Westwood, mansión en la que vive esta familia y que está situada muy cerca de su
vivienda.
En Westwood, Stella Gibbons nos ofrece una
visión muy negativa de la alta sociedad de la época: A Gerard Challis sólo le
interesan las aventuras con jovencitas. Su esposa es absolutamente superficial
y hace ojos ciegos a todo. Su hija antepone su propia diversión a la maternidad
dejando siempre a sus tres hijos a cargo de alguien y su yerno, el pintor, da
más importancia a su carrera artística que a su propia familia a la que
abandona largas temporadas. En diversas ocasiones utilizan a Margaret como
niñera. Cada vez pasa más tiempo en Westwood, en detrimento de los suyos y del
trabajo. Pero es considerada nada más
que una simple criada.
Margaret
tiene un alto concepto de sí misma y, de hecho, le molesta que la relacionen
con las criadas, tanto con la señora Grantey como con Zita, una refugiada judía
alemana a la cual utiliza para poder llegar hasta Westwood.
La autora
es una gran admiradora de Jane Austen y la protagonista de Westwood es una mujer
victoriana, pero dudo que Jane Austen hubiera descrito a una de sus protagonistas
como Gibbons describe a Margaret. Ninguna de las mujeres de Austen es tan
servil como lo es Margaret Streggles, ni tan siquiera Marianne Dashwood ante su
enamorado Willoughby en Sentido y
Sensibilidad .
Westwood es una novela deliciosa. Podemos
disfrutar de todos y cada uno de los personajes, aunque éstos sean los menos importantes.
Nos quedamos con ganas de conocer más matices.
Una lectura
muy recomendable para sobrellevar los rigores del calor y el retorno de las
vacaciones, para los que las han terminado y para los que las comiencen ahora.
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