Balances parciales
Felipe Zapico Alonso
Ilustrado por Javier Zabala
Eolas ediciones,2011.
141 pp
15 euros
Cuánta pasión hay en el libro Balances parciales de Felipe Zapico Alonso (1960). No lo digo sólo
por los textos sino también por las magníficas y coloridas ilustraciones de
Javier Zabala. Es un libro muy bello, con mucha sensualidad. Pero es que los
poemas de Felipe Zapico son poemas que desbordan, son poemas donde el autor
parece derramarse en intensidad. Sus amores son apasionados, sus juicios lúcidos,
sus pensamientos certeros, sus palabras tan tiernas como crudas en ocasiones.
Es un libro lleno de pasiones, la mayoría básicamente amorosas, pero también
hay de otro tipo.
Felipe Zapico es un excelente observador de la realidad
cotidiana que poetiza. Los mínimos gestos, los detalles más comunes pueden
convertirse en hecho susceptible de convertirse en poema: “Guerra de largas/en
la carretera/larga, corta/posición” (p.21) o también en: “y esas comidas
rápidas/para una muerte lenta” (p.67). Eso no significa en absoluto que el
autor olvide un cierto lirismo: “Los ataúdes enfieltrados/en una noche clara/
desconfían de labios trémulos/y lenguas huidizas” (p23).
Puede uno pasar página a página y encontrar la presencia de
un tercero entre el autor y el lector. Ese tercero al que se dedican versos y
versos: “allí donde los ojos/anidan/extraviados/ ahogándose impertérritos/
solos/ y mudos/ inmensamente mudos” (p. 56).
Hay un hilo amoroso cotidiano a través del cual las
realidades se convierten en certezas, un invisible hilo que el autor entreteje
para que sus poemas constituyan un todo sobre lo habitual, tan cotidiano como
un gesto o un beso. Incluso el exabrupto tiene sentido en esta poética de la
realidad de cada día, de la verdad universal, de los hechos de andar por casa:
“Hostia pura/hostia santa/ haz que me quiera Julia”. Probablemente es por ese motivo por el que Balances parciales es un libro fácil de
leer incluso para los que hace tiempo que dejaron de leer poesía tras acabar el
bachillerato.
Quién mejor que el autor para definir su mundo: un “caos
controlado” (p.61).
Los poemas se suceden sin título aunque hay partes en el
libro. Uno de los que más me ha gustado y altamente representativo es este
(p.63):
Susurra el saxo
y la tiza numera al detenido
cuando sus labios,
huídos de la boca,
persiguen
–impotentes-,
aleteos que destellan.
y un clamor
grosero
anuncia
la continuidad
el vacio constante
el ansia inconmensurable
y permanente.
No huye el autor de algún que otro recurso estilístico aunque
no es su poesía una poesía que se caracterice por el abigarramiento retórico,
pues quizá el lenguaje de la cotidianidad no requiere de retorcimiento
estilístico: “Y quiero a dos mujeres, /tanto, /que ya no las necesito” (p.71).
Aquí usando la paradoja como también un poco después: “que mientes verdades
nocturnas” (p.73). O los juegos de palabras: “y tus ojos/ me terminan/pero no
me acaban” (p.74).
También uno encuentra partes de mujer derramadas en muchos
versos, instrumentos musicales que son recurrentes, como el saxo, quién sabe si
porque una de sus otras querencias es la música. También hay alusiones a los
recuerdos y a la niñez a través de su cuentos: “tres o cuatro arrebatos/y el
Gato con Botas” (p.107).
En ese estudio de lo cotidiano Felipe Zapico se atreve a utilizar
palabras tan poco poéticas como: tos, moco, miopía (p. 117), picor de huevos,
pelotillas, zorra de mi novia (p.118), cúter, taladro, lijadora, culo (p.131).
Todo forma parte de la misma realidad poetizable. Todas la palabras. En ese
sentido y como parte del todo me quedo con algo de acidez final para un
poemario muy dulce: “renunciando por ello a la presidencia del /círculo católico
de mi ciudad” (p.123).
Felipe Zapico, Balances
parciales. Genio y figura.
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