Cruzar el umbral
Inma Arrabal
Ed. Huerga y Fierro, 2011
73 pp
12 euros
Los que hemos seguido la obra poética de Inma Arrabal – Amayamar, Los que no volvimos, La poesía es una enfermedad cardiovascular- quizá nos sorprenda esta última vuelta de tuerca que nos viene dada a través de este poemario titulado Cruzar el umbral.
En primer lugar debería decir que me ha llamado la atención sobremanera algo que no había observado en poemarios anteriores y quizá tenga que ver con el momento histórico que nos ha tocado vivir. Inma Arrabal, hasta ahora, había diseñado unos textos donde su mundo interior, ese ambiente intimista y la realidad personal constituían un universo. Ahora le ha añadido el universo externo a ella. Si estuviéramos en una clase de matemáticas, de aquellas que recibimos de pequeños cuando nos explicaban la teoría de conjuntos, diríamos que Arrabal nos ha creado un poemario que establece una intersección entre su mundo interior y el exterior. Es una novedad y una sorpresa que particularmente celebro. Eso no significa en absoluto que la autora haya abandonado su habitual lenguaje, su forma y expresión que la caracteriza, su estilo propio. En absoluto. De ello hay muestras y el lector habitual de Arrabal no lo echará de menos. Tan solo añadirá un elemento más a la ensalada.
En esa comunicación con el mundo exterior, cada vez más agresivo y más insolidario, Inma Arrabal establece a veces un cierto tono de denuncia y para ello –creo que también es una novedad- utiliza una forma mucho más simplificada, mucho menos elaborada, más cercana –incluso para los no lectores de poesía- como si con palabras más sencillas pudieran aprehender con mayor facilidad esa otra realidad que le ha tocado vivir, con poemas mucho más narrativos.
Quizá es ahí en donde alcanza más fuerza, en ese despliegue de rabia, de impotencia, casi de insulto sin insultar, de indignación (p 21):
“ a que las guerras sean el pan nuestro de cada día
a que algunos discursos huelan a muerte, ambición y poder”
O también en (p.23):
“la justicia ha venido a despertarme
con sus labios llenos de ponzoña”
Alguien pensará que no son sus versos más elaborados, ni siquiera los más sensibles ni los más profundos, pero nadie podrá quitarles su autenticidad, su sinceridad, su rabia…
Capítulo aparte merece esa otra voz que, a través de los versos finales entre paréntesis de algunos poemas, parece situar el escenario final, la guinda, lo que nadie se atreve a decir ni aclarar, la última verdad, la razón de la locura –recuerdo de La poesía es una enfermedad cardiovascular sus últimos desatinos: aquí no hay desatinos, aquí hay verdad descarnada- (p.30):
“Pero yo sé, que las manos las lleva llenas de preguntas obvias,
como lo están en mi mente algunas respuestas inútiles…)
Todo esto en un poemario que la autora divide en tres partes. La primera más centrada en el mundo exterior, una segunda que parece funcionar como un espacio de transición y la tercera que encuentra a la Inma Arrabal más personal, más íntima, más hacia adentro. Es en esta última parte donde el lector habitual encontrará los textos que hacen de puente con otros poemarios anteriores. Textos que van dedicados a la familia, a los más cercanos y a los que se fueron, hilo conductor que Arrabal traza con eficacia en una buena parte de su obra literaria. La pérdida, el reencuentro con lo que tenemos y la apreciación de lo que el mundo que nos rodea nos aporta.
Libro de temáticas diversas donde uno puede encontrar algunos de los universales de la literatura, que la autora sabe conjugar con acierto, eficacia y sencillez. Gusta de leer y releer desde la indignación hacia el amor.
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