Los gondoleros silenciosos
William Goldman
William Goldman
Traducción: Mercedes Herrera
Atico de los Libros, 2010
16 euros
160 pp
A William Goldman se le conoce por ser el autor del libro, que luego fue película, La princesa prometida, pero también ha sido un guionista de éxito en Hollywood pues llegó a ganar dos premios Óscar por los guiones de las películas Todos los hombres del presidente y Dos hombres y un destino.
Atico de los Libros, 2010
16 euros
160 pp
A William Goldman se le conoce por ser el autor del libro, que luego fue película, La princesa prometida, pero también ha sido un guionista de éxito en Hollywood pues llegó a ganar dos premios Óscar por los guiones de las películas Todos los hombres del presidente y Dos hombres y un destino.
Los gondoleros silenciosos tiene mucho de fábula, o de cuento, y se asemeja en ello a La princesa prometida. El argumento es relativamente sencillo y cuenta la historia de un muchacho que desea ser gondolero y que no posee ninguna dote para el canto. De todos es sabido que para llegar a ser gondolero se necesita cantar, incluso el autor cuenta la anécdota de cómo el gran cantante Carusso se arrojó al Gran Canal al oír entonar al mejor de los gondoleros. ¿Cantaba mejor que él? Por eso, Luigi, si desea llegar a ser gondolero debe de mejorar su voz. Su sueño, sin embargo, es llegar a cantar mientras rema por el Gran Canal, cosa harto difícil porque cada vez que emite una nota le caen desde los balcones de los palacios y casas todo tipo de objetos y los clientes acaban huyendo de la embarcación. El cómo consigue su sueño y el porqué los gondoleros venecianos dejan de cantar constituye el argumento a descubrir.
El autor vuelve a demostrarnos con esta fábula que todos los sueños son posibles si uno sabe buscarlos, al igual que pasaba con el amor que perseguía el pirata de La princesa prometida. Mensajes vitalistas y positivos son los que el lector acabará encontrando en este libro y en su fábula convertida en novela que a veces recuerda aquellas fábulas que de pequeño leíamos de Iriarte o de Samaniego.
Con un lenguaje sencillo, una prosa descargada de toda filigrana y que transcurre con una cadencia suave, es fácil leerse el libro no en más de un par de horas, como mucho.
Otro de los aciertos son sus ilustraciones, del pintor Paul Giovanopoulos, que hacen de él una obra singularmente bella.
El lector que degustó con placer la suavidad en la narración de La princesa prometida disfrutará igualmente con la historia de Los gondoleros silenciosos.
El libro fue publicado con el pseudónimo de S.Morgenstern. Y como nota curiosa comienza con una carta del tal Morgenstern aclarando a su editor que no está muerto y que es falsa la información que sobre su fallecimiento se ha dado.
A disfrutar pues de esta novela que seguro dejará en nosotros un mensaje tan positivo como si de Amelie se hubiera tratado.
Me arruinaré, caramba...;)
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