Casi todo es mío
Antonio Jiménez Paz
Ed. Baile del sol (primera edición 2008, segunda edición 2010)
85 pp
10 euros.
A Antonio Jiménez Paz se le conoce bien en Canarias, tanto en su faceta de poeta como de estudioso de la obra de autores como Félix Francisco Casanova o Antidio Cabal. Se le conoce menos en la península para desgracia nuestra por ese océano que a veces separa más de lo que debiera.
El poemario que presenta, Casi todo es mío, tiene dos aspectos a mi modo de entender fundamentales. Uno, su carácter explorativo-introspectivo. El otro, su búsqueda constante de la palabra. Y es además un poemario valiente, que huye de modas y hace lo que debe, buscar. Buscar el valor de la palabra y el ser del individuo. No es extraño entonces que haya un cierto desconocimiento de la obra de Antonio Jiménez Paz cuando se sitúa no sólo en la periferia geográfica sino también en la poética.
Sus textos son escuetos pero dicen tanto que no hace falta explicar una sílaba más. Antonio Jiménez Paz nos lleva a reflexionar con cada una de sus palabras, con cada uno de sus giros del lenguaje, nos introduce en su mismo ser que es universo común de su propia poesía.
El libro está dividido en dos partes. En la primera cada uno de los poemas comienza de forma anáforica del mismo modo: Fuera o fuese. El poeta ya nos sitúa desde el inicio en la más absoluta incertidumbre, incertidumbre que se prolonga en sus versos:
Fuera o fuese la luz que a todos alumbra
no se borra lo que uno quisiera
ni se gasta.
Gusta el autor de servirse una y otra vez de la paradoja quizá buscando incrementar ese desasosiego, esa incertidumbre, ese no saber dónde uno pisa, hacia dónde uno va.
Pido agua o solicito destierro.
También hay una búsqueda de la frase jugosa, del verso redondo si fuera vino.
Soy lápiz hecho cruz.
Porque Antonio Jiménez Paz utiliza un recurso que tan pronto nos deja sumidos en la duda como nos arroja un verso cual losa del que no podemos liberarnos por su rotundidad, por su aplomo.
No me arranco de cuajo el sinsentido.
Su Fuera o fuese se revela así como una propuesta poética, un destino último, un recurso utilizado una y otra vez para dejar claro el propósito. ¿Cuál es el territorio del poeta? ¿Decir lo que ocurre o quizá situarse en el plano de las posibilidades, de lo que podría llegar a ocurrir? Es ése el terreno pantanoso por donde circula el autor.
La segunda parte se inicia con un enigmático: Érase una vez y lápiz. Dice Tina Suárez que es la mejor forma de describir la historia de la literatura. En esta segunda parte, mucho más larga y con un esquema menos preciso, sí permanece como característica básica la brevedad. También la rotundidad en el cierre de los versos.
Antonio Jiménez Paz sigue escarbando en el significado de las palabras, sigue en ese proceso introspectivo que es a la vez un proceso difuso porque requiere el esfuerzo del lector, un esfuerzo que quizá tenga algo de lo que hablaba Pessoa. ¿Cuánto hay de realidad y de ficción, cuánto de verdad y cuánto de fingimiento?
Hay temblores donde no tiembla
la tierra.
Donde hubo pies.
A veces es el propio artificio retórico el propio meollo del poema:
Cada roce buscando su hendija.
Toda elipsis buscando su guarida.
Porque el verso de Jiménez Paz es un verso eminentemente elíptico, un verso que rompe el sentido, el equilibrio de la frases, que roza a veces el retorcimiento obligándonos a darle un nuevo sentido a la frase.
En fin, no se pierdan el poemario de Antonio Jiménez Paz, Casi todo es mío, un libro tan original como su título indica, con tantas posibilidades que acudirán a él a menudo, no siendo posible una única lectura. El libro de Jiménez Paz se disfruta a lo largo del tiempo.
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