La solterona
Edith
Wharton
Editorial
Impedimenta 2013
Traducción
del inglés y postfacio de Lale González-Cotta
138 páginas
17,95 €
Edith Wharton (1862-1937) nació Nueva
York, en el seno de una familia rica norteamericana que le proporcionó una importante educación. El
hecho de haber pertenecido a la alta burguesía le provee de una buena fuente de información para escribir novelas y relatos en los cuales
refleja las costumbres de la clase social de la que provenía. Vivió a caballo
entre Norteamérica y Francia, donde falleció. La novela más conocida de
Edith Wharton es La edad de la inocencia (1920).
La solterona
(1921) es una de las novelas en la que
la clase social es el elemento más importante. Comienza la narración explicando
que en el “Nueva York de 1850 despuntaban unas cuantas familias cuyas vidas
transcurrían en plácida opulencia” (pág. 1).
Antes de conocer a las protagonistas,
Edith Wharton nos hará un recorrido por la historia de los Ralston, una de las
familias más influyentes del país. Los Ralston no se relacionan más que con los
de su propia esfera social: “preferiría
que mis nietos escogiesen a una Lovell o a una Vandergrave, o a alguien de nuestra
clase” (pág. 11).
Delia Lovell se casó con un Ralston y
Charlotte Lovell, su prima, había elegido un buen partido: se casaría con un
Ralston con quien “todo sería más
prudente o más…normal” (…)” la
seguridad, la prudencia y las ventajas que proporcionaba dicho vínculo lo
convertían en la clase de enlace que, íntima y gozosamente, anhelaba cualquier
casadera de los mejores círculos” (pág.15).
Sus vidas transcurren en la más absoluta
tranquilidad hasta que un hecho
importante de la vida de Charlotte le llevará a la anulación del compromiso
matrimonial con Joe Ralston y a
compartir un secreto entre ambas mujeres el resto de sus vidas.
Realmente las protagonistas de la
novela son Charlotte y Delia o Delia y Charlotte aunque hay dos personajes
masculinos que condicionarán sus vidas: Clement Spender y el doctor Lanskell, es
precisamente éste personaje la voz crítica de esta sociedad hipócrita y
decimonónica: “Todos confiaban en el
juicio del doctor Lanskell, pero lo que de verdad los llevaba hasta él era la
certeza de que en aquella sociedad con tantos prejuicios no había cosa alguna
que a él le pudiese intimidar” (pág. 100).
Ambos personajes son el lado antagónico de esa alta sociedad.
La novela tiene dos partes: en la
primera conocemos a los personajes y el secreto de Charlotte. Edith
Wharton hace una perfecta descripción del
carácter de las protagonistas y, sobre
todo, de la condición de la mujer en esa esfera social. Delia Ralston es la
perfecta madre y esposa pero no deja de ser una mujer encorsetada y reprimida.
Charlotte deberá tomar una decisión
drástica para proteger su secreto con la complicidad de su prima Delia: “contarle la verdad desharía el matrimonio de
un plumazo (…) La tolerancia social no medía a hombres y mujeres por el mismo
rasero, y ni Delia ni Charlotte se habían preguntado jamás el motivo: como la
mayoría de las jóvenes de su clase, se limitaban a ceder ante no ineluctable.”
(pág. 48). Sobran las palabras.
En la segunda parte, Wharton
profundiza en la psicología de las protagonistas. Comienza advirtiendo que todo
apunta a que Charlotte Lovell será una solterona:”Y a medida que su carácter se transformaba, se iba asemejando cada vez
más a la típica solterona: empecinada,
metódica, maniática en minucias y propensa a magnificar las más nimias
tradiciones sociales y domésticas” (pág. 62).
Cuando enviuda Delia convivirán en la misma casa y el secreto
que las une hará que aparezcan discusiones, celos y rencores.
Todo esto está espléndidamente explicado y diseccionado en el
postfacio de Lale González-Cotta, La edad
de la inclemencia.
La solterona es
una obra elegante, muy inteligente. La fuerza de sus protagonistas es
arrolladora y le provoca al lector emociones
encontradas. Prejuzgar las decisiones tomadas por ambas, comprender o no el
porqué de ellas desde el principio al fin. Simpatizar unas veces y odiar otras
a cada una de las protagonistas.
El lector no se arrepentirá de esta
lectura de tan sólo 136 páginas pero soberbias cada una de ellas.
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