Versos de invierno (para un verano sin fin)
Matías Escalera Cordero
Ed. Amargord, 2014
67 pp.
10 euros
Llego a estos Versos de invierno (para un verano sin fin)
de Matías Escalera Cordero a punto de terminar el verano. Y quizá suene
raro hablar de invierno a punto de dejar el verano. Así lo hace el autor.
Matías Escalera es un conocido poeta que enmarca su obra en la llamada poesía
de la conciencia crítica en donde se sitúan otros autores como Antonio
Orihuela, Jorge Riechmann, Isabel Pérez Montalbán, etc. Así lo destaca Alberto
García-Teresa en su ensayo Poesía de la
conciencia crítica 1987-2011, editado por Tierra de Nadie ediciones el
pasado año. Es el mismo García-Teresa el que prologa la obra Versos de invierno (para un verano sin fin)
haciendo hincapié en algunas constantes del poemario: los usos fragmentarios del texto, también de los puntos
suspensivos y un trasfondo de crítica hacia el sistema
de poder.
Es el verso de Escalera un verso
largo, un verso explicativo que nunca concluye, un verso abierto y abiertamente
crítico. Un verso que bajo la placidez inicial suele llevarnos a un recorrido
no imaginado. Es por esta razón que encontramos un título tan peculiar. Durante
todo el poemario surge la figura del veraneante. Ese ser que vive en una
especie de semi inconsciencia, ajeno a la realidad, en un mundo en el que lo
único que importa es la despreocupación y el verano. Es algo así como vivir con
una venda en los ojos. Es una metáfora de lo que el poder hace con nosotros.
Nos vela los ojos con promesas de diversión, nos da un día sí y otro también
consejos para olvidar la preocupación, para ser felices como si ingiriéramos las
pastillas soma de los personajes de Aldous Huxley en Un mundo feliz. No en vano hay una soterrada denuncia a nuestra
ceguera ciudadana.
No hace falta pasar muchas
páginas para encontrarnos con un poema cuyo título nos indica por dónde van los
tiros: El secreto de los veraneantes
ciegos (p.19):
“Insiste –veraneante- hasta la
oscuridad…
Hasta la ceguera irremediable”
Evidentemente, no habla el autor
de ceguera producida por el sol, en realidad habla de ceguera social y el
veraneante puede ser cualquiera de nosotros.
En el poema siguiente, Los cinco sentidos, encontramos una
especie de metapoema. El autor viene a utilizar los paréntesis para crear un
nuevo poema que casi puede ser leído independientemente del resto del texto.
Presentado como un texto, a simple vista aclarativo, viene a ser el leit motiv
de la realidad.
De vez en cuando el verso se
vuelve más directo, diría yo que también más duro (p.27):
“(cuando) Gritar no nos asigna
lugar alguno: ni lo exacto
… tampoco nos justifica…”
Frases de una contundencia
lapidaria que el autor va desgranando (p.32):
“Lástima de bloque ahogando el
mar (mientras la piel arde
y
el mundo arde
por
los cuatro costados…)
El verano no parece tener fin,
como nuestra inconsciencia. El verano, metáfora del autor para hablar de
nuestra cerrazón, de nuestro engaño. Por eso un título como Memoria de otro verano sin fin, porque
nuestro espejismo no acaba nunca. Sigamos cerrando los ojos, sigamos tomando
soma. Todos sabemos que pocos leerán mensajes apocalípticos.
Más directa todavía es su Perfomance o postpoesía (decídanse) (p.38):
“(…) la increíble puesta en
escena de esos millones de trabajadores
cobrando sus nómi-
nas cada final de mes; o esos
millones que son despedidos,
deslocalizados o subsidiados(..)”
Y, poco después (p.39):
“Son tantos, al fin y al cabo, los
modos de materializar (y
materializarse) nuestra sumisión…”
Tantas razones para la insumisión
y tan cercanas. Versos que se hacen cercanos porque describen la realidad misma
de lo que somos y vivimos, nosotros los veraneantes.
También es parte de los textos,
artificios de humor negro e ironía (p.54), quizá escapatoria poética…
Al final unos versos del Epílogo inevitable, tan certeros
(p.67):
“Volver a casa (ocupar la celda…)
Y recuperar tu puesto
Asignado de antemano
En la fila…”
Versos de invierno (para un verano sin fin) para lectores que no
consumen soma.
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