El diagnóstico
Edith Wharton
Traducción de Susana Carral
Breviarios de Rey Lear, 2014
72 páginas
9.80 €
Edith
Wharton (1862-1937) proviene de la alta burguesía neoyorquina, aspecto que le
otorga una buena fuente de información sobre las costumbres de la clase social
a la que pertenece y que reflejará en sus novelas y relatos.
Conocí la
obra de Edith Wharton con La
solterona, en ella se puede
observar la fuerza psicológica que poseen sus personajes, sobre todo los
femeninos, y la carga crítica hacia esa sociedad hipócrita, clasista
y cerrada.
En El diagnóstico (1930) no defrauda. Es un relato de
apenas 60 páginas en el que, de una manera irónica, nos retrata a uno de esos
personajes que tan bien conoce: un hombre de la alta sociedad
norteamericana, hipócrita, egoísta, profundamente machista y,
además, hipocondríaco.
Paul
Dorrance es un soltero acomodado de mediana edad que cree que va a morir. Pese
a que los médicos le han confirmado su buena salud, cree tener una
enfermedad incurable y, por tanto, llegará de manera inminente su muerte: “Al
hacerlo, su mirada tropezó con una hoja de papel que descansaba sobre la
alfombra, a sus pies (…). Allí tenía la verdad. En aquel papel del suelo se
encontraba escrito su destino” (pág. 20).
Eleanor
Welwood es su amante. Una relación secreta sin amor, al menos por parte de él.
Es un hombre egoísta. Sólo la quiere para que le cuide y esté a su lado durante
la enfermedad. Al principio pudo haber pasión pero ella era una mujer madura.
“Ella lo había cautivado, pero nunca hasta el extremo de desear que fuera libre
para casarse con él” (…) “Todos pertenecían al mismo grupo social, pequeño y
restringido” (pág. 26).
Cuando los
médicos le diagnostican que no va a morir, él hace la siguiente
reflexión:” (…) podría ser el momento adecuado para hacerla ver, con gran
delicadeza, que lo suyo no podía continuar para siempre- nada es eterno- y que,
a la edad de él y con la nueva perspectiva de la salud recuperada, lo
lógico sería aceptar que cualquier hombre tendría sus puntos de vista propios,
sus propios planes; que incluso podría pensar en contraer
matrimonio…casarse con una joven, tener hijos, una casa en el campo… (pág.
19). Profundamente machista.
Lo cierto es
que, como consecuencia del informe médico que descubre, las cosas cambian y su
cobardía hace replantearse esta reflexión. Enfermo de muerte decide casarse con
ella. Sin amor, por supuesto.
“Una nueva
forma de egocentrismo, más virulento e impaciente que el otro, dictaba sus
palabras y sus gestos…y él lo sabía. Sólo se casaba para situar un centinela
entre su persona y la presencia que acechaba en el umbral (…) (pág. 32).
Durante su
viaje de novios por Europa, pide una nueva opinión médica. Todo cambiará
y la autora le dará un giro sorprendente al final del relato.
¿Cómo se
puede decir tanto en tan pocas páginas? Pues se puede y de manera magistral.
He llegado a El diagnóstico gracias a Izaskun Legarza,
propietaria de la Librería de Mujeres de Santa Cruz de Tenerife, un espacio
maravilloso para encontrar muy buena literatura y actividades literarias muy
interesantes. Ella me aconsejó esta espléndida obra y, como siempre,
acertó.
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