Velpister
Ediciones Lupercalia, 2014
181 páginas
15, 95 euros
Se puede escribir desde el
corazón o desde el pensamiento, pero también se puede escribir desde las
tripas, desde los intestinos. Desde la rabia. Así me ha parecido sentir la
propuesta de Velpister, este poemario denominado con el doble título Estado del bienestar. Naturaleza muerta.
Y aquí el título resulta extraordinariamente profético, pues es de eso mismo de
lo que nos habla. Es su voz una voz cercana que huye del circunloquio, es una
voz directa, es una voz que deja a un lado el lirismo. Va a la raíz, es certera
porque llega a donde desea llegar. Hay mucha rabia contenida que se suelta en
estas palabras, hay muchas voces que son una, hay muchas penurias compartidas.
Necesidad de decir, de, al menos, no dejar que se extinga la voz sin antes
decir lo que piensa.
Puede parecer depresivo o negativo
el tono general del poemario, pero en éste, como en otros poemarios que he ha
ido leyendo últimamente, lo que sí hay es combatividad. En ese sentido su
camino es el mismo que recorren –cada uno con un tono, con una voz diferente,
pero con puntos en común- Las sumas y
los restos y Anatomía de guerra de Ana Pérez Cañamares, o Ardimiento de Baco, o Versos
de invierno (para un verano sin fin) de Matías Escalera Cordero, o Comida para perros de Gsús Bonilla, o Cosas de Felipe Zapico, y algunos
poemas de Poetílicos sobrios de Mag
Márquez y Abel Paisaje, y otros tantos de El
mal hombre de Rubén Romero Sánchez. Voces que nos llevan, quizá en un
extremo, a Antonio Orihuela.
Volviendo a Velpister y a su Estado del Bienestar. ¿A quién se
dirige? ¿Cuál es el tono general? Bien pronto lo aclara:
(p.9) “ A los que no nos creemos
nada
ni a nadie”
(p.8) “El día del fin del mundo,
cambia de canal”
Y para ahondar en el nudo sólo
hace falta saber los títulos de algunos poemas:
España se levanta, Rebelde, A sueldo, La democracia es muy grande, Todo
era gris, Gajes del oficio de político, La legitimidad, Trabalenguas
neoliberal, España, Dilema moral de un hombre de bien, etc…
Uno de los rasgos fundamentales
del poemario es la sinceridad acompañada de la autenticidad. Sin ese binomio lo
que dice se desharía.
(p.19) “no he mentido
no al menos cada vez
que abro la boca”
(p.43) “ La insultante
intangibilidad de la economía mundial
crea dramas,
odios,
cadáveres tangibles”
Y el genial final de un poema
cuyo título lo dice todo: Lapos:
(p.67) “Cada día hablan más
para ellos.
A los ciudadanos
nos escupen”
Habrá quien considere poco
poéticos sus escritos, incluso los que los consideren obvios, pero la obviedad
tiene también su terreno de formulación. Y la obviedad nos sitúa en la cercanía,
terreno en el que se mueve el poemario de Velpister. Para entender esa
obviedad, e, incluso, su reiteración recomiendo leer el poema España con su repetición del “Que se joda” (p. 76-80) parafraseando a una
diputada.
Velpister no teme bajar a la
arena del habla coloquial, a la jerga de los insultos y de la palabra
malsonante, porque, en la realidad que cuenta, eso también existe y es parte:
(p.31) “No sean asquerosas
Señoras políticas
a sueldo
del partido,
que con lo que cobran
se pueden permitir
pagar
a una inmigrante ilegal
para cuidar de sus hijos.
COÑO.”
El autor a menudo coquetea con la
ironía, pero la ironía sería más sibilina y el autor prefiere el golpe directo.
Quizá el poema Legado refleje bien el tono general del
libro:
(p.96)” hijos queridos
nos esforzaremos mucho
en daros una buena educación
para que seáis honrados
justos
honestos
fuertes
e inteligentes
y que así un día
por mucho que nos duela
podáis iros
de este país”
Y destacan algunos cierres :
(p.109)” Por cada parcela de
tierra
edificada
un pueblo arrasado.
El hombre.”
(p.114) “ Que no quede ni uno.
Ni un solo fascista más
respirando libre
a nuestro alrededor.
Que los apretujemos
hasta quitarles el aire.
Hasta
asfixiarlos”
O también:
O también:
(p.163) “cuántos gritos de dolor
de parto
lleva el mundo
cuántos gritos de horror
la humanidad
por los mal paridos”
Velpister, artista
multidisciplinar (no hay que perderse las imágenes que acompañan los textos),
podría haber tomado una cierta distancia sobre los poemas, quizá elaborarlos
más, quizá hubiera perdido sinceridad y autenticidad, dos de sus rasgos,
también ganaría en reflexión. Pero esa sería otra apuesta. El autor, sin
embargo, prefiere poetizar cerca de la piel, cerca de la superficie. De ahí
sale Estado del bienestar. Naturaleza
muerta.
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