Tijeras oxidadas
Inma Arrabal
Ed. Torremozas, 2014
80 pp
9 euros
Rastros
de poesía social y humanística en la obra de Inma Arrabal.
Uno de los deseos que todo escritor
alberga, cuando lleva un cierto tiempo creando, es haber conseguido tener una
voz propia. Que aquello que se escribe pueda tener un estilo único y
reconocible. Inma Arrabal, que no es ya ninguna recién llegada a la poesía y
que posee una experiencia dilatada, tiene ese don. Creo que he leído todos sus
libros. Prácticamente, poco más o menos, la conozco desde que publicó su primer
poemario, Sura. Quizá un poco
después. He leído cada una de sus obras y he observado su evolución. Evolución
que ha seguido una asombrosa coherencia y que, a la par, ha conservado las
virtudes iniciales haciéndose cada vez más madura. Así a esa voz interior
reconocible, a ese deseo por comprenderse y comprender el mundo que le rodeaba,
por comunicarse consigo misma para poderlo hacer con los demás, poco a poco se
ha unido una preocupación más que
notoria por la situación social del mundo y del país en el que le ha tocado
vivir. Creo adivinar que se ha acrecentado conforme su escritura ha ido ganando
en fuerza y vigor, también en seguridad y madurez. Esa voz se ha añadido como algo natural. Sus libros se han
poblando de citas de autores con mayor calado literario y en estos dos últimos,
el presente, Tijeras oxidadas, que
ahora celebramos, y en el anterior, Una
mirada al absurdo, he visto como la temática social se ha acrecentado. Aquí
ocupa poco más o menos la primera parte aunque hay un correlato con algunas
citas y menciones en fragmentos y versos posteriores. También la presencia de
César Vallejo y con él de la poesía social que aparece especialmente en Tijeras oxidadas.
Un artista, un escritor, un poeta es
partícipe de la realidad que le rodea. Habrá quien considere al poeta desde la
perspectiva más o menos conocida de la turris ebúrnea, sin embargo, pese
a que Inma Arrabal siempre ha tenido una mirada propia y definible sobre la
realidad, no ha rehuido hablar de su entorno. Sin atreverme a situarla en
corriente alguna, sí que su poesía, tal y como vengo disertando aquí, se ha
acercado a un terreno más comprometido. No en vano existe cierta
responsabilidad social de dar a conocer el tiempo que nos ha tocado vivir. Sé
que esta afirmación puede ser discutible desde un tipo de poesía más centrada
en el yo, en el solipsismo, en un cierto tipo de escapismo, o desde supuestos
más cercanos al esencialismo. Sin perder un ápice su singularidad poética, ha
dejado poco a poco su impronta, su preocupación, su determinación de denuncia.
Quiero destacar en este texto este aspecto, pues es un punto de inflexión que
creo advertir en Una mirada al absurdo y que parece consolidarse en este
Tijeras oxidadas. Tengo la impresión de que esta visión ha ido naciendo
para no marcharse. Su preocupación social la entroncan con otros poetas no
necesariamente de su generación pero a los que les ha tocado vivir un mismo
tiempo. Estoy pensando en Antonio Orihuela, quizá como punta de lanza.
Echemos la vista atrás, precisamente hace
unos años, en unas jornadas desarrolladas en Viladecáns (Barcelona) con motivo
del evento Vilapoética, tuve ocasión de exponer una ponencia que llevaba por
título Escribir poesía y en la que
partía precisamente de la poesía de Gabriel Celaya. Y partía de su conocido
poema La poesía es un arma cargada de
futuro. Y citaba a César Vallejo y a Gabriel Celaya, pero también a Blas de
Otero. Rescato aquí un fragmento de ese mismo poema de Gabriel Celaya:
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Mancharse
las manos dice Celaya. ¿No es acaso eso mismo lo que hace Inma Arrabal ? Leámosla:
¿Acaso
no queremos ver ni oír,
en
el murmullo agitado de las calles,
la
pobreza en pancartas,
la
injusticia en tambores
y
en altavoces las miserias humanas?
No
es ya que esta pregunta, quizá planteada como retórica, resulta una afirmación
aún siendo interrogativa, realmente
viene a golpearnos en la cara para que despertemos, ¿no resulta ya una
afirmación puramente humanista incluso más que social? ¿No será que preguntando,
lo que pretende la autora es afirmar su convicción de que es necesario
depositar los ojos, la vista, los sentidos hacia una realidad cada vez más a la
sombra?
Pero
ya antes nos dice:
Quizá
empiece así el fin del mundo.
Sin
embargo, aún queda mucho por decir
y
tiemblan las palabras.
Y
sus palabras se convierten en denuncia pues no se limita a señalar lo que está
ocurriendo, no hace de mera observadora, profundiza en las causas y nos señala
las consecuencias:
Promesas
incumplidas, avaricia en la cúpula,
compromisos
sin resolver
y
el ser humano, sin derechos ni voz,
es
arrastrado por el suelo
como
si fuese un reptil de sangre fría.
Y
parece que avanza un paso más indicándonos el camino a recorrer:
(…)
intento encontrar otro lenguaje,
(…)
que nos pueda permitir acabar con abusos
e
injusticias.
En
su poemario anterior, Una mirada al absurdo, ya denunciaba el origen del
absurdo de nuestras vidas, el sinsentido de acumular cosas y objetos, la
estupidez de desear y las falsas necesidades creadas, origen de desigualdades y
escaseces:
Tenía
necesidades estúpidas,
casi
podía tocarlas y no tenían sentido.
Allí
las palabras, trasformadas en Espíritus líquidos, tal y como ella misma
las denomina en el poema homónimo, nos
advertían del riesgo:
Alzas
la voz
y
el eco traspasa las conciencias
Denuncia.
Condena.
Sentencia.
Comunica…
Si
en Una mirada al absurdo la pregunta es más genérica, más tímida:
¿Podremos
conquistar el mundo con paciencia?
(…)¿Qué
finalidad tiene pisar y que nos pisen?
En
Tijeras oxidadas, la pregunta es más certera buscando la llaga:
¿por
qué tanto abuso,
si
está escrito que nos iremos
desnudos
y sin nada
de
este absurdo e incomprensible mundo?
Podría extenderme todavía más en comparar
uno y otro libro, citar muchos más ejemplos –que los hay- pero para el lector
será suficiente haber encontrado una nueva faceta que se abre camino y en la
que Inma Arrabal nos procura el aliento poético para continuar la lucha, una
lucha basada en la palabra, una lucha que necesariamente nos debe llevar a la
conquista de la justicia absoluta, de la libertad, y, evidentemente, una lucha
por la humanidad. Bienvenida a esta batalla la voz de Inma Arrabal y sus
palabras.
*Texto publicado como Epílogo al libro Tijeras Oxidadas de Inma Arrabal.
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