Caleidoscopia
Francisco Javier Guerrero
Ed. Adeshoras, 2014
97 pág
13 euros
Creo que fue cuando estudiaba Ciencias de la Información la
primera vez que escuché la palabra intertextualidad. Lo hice de la voz de un
prestigioso semiólogo, Miquel de Moragas. Muchos años después la volví a ver en
la prensa. La palabra recordaba la habilidad en el plagio de ciertos escritores
y denunciaba casos harto conocidos después. Nada que ver con lo que hablaba
Miquel de Moragas. Ha vuelto a mi pensamiento dicha palabra de la mano de
Francisco Javier Guerrero, en este caso no con el siniestro ejemplo del plagio
periodístico, sino con el significado que el catedrático universitario
utilizaba al hablar de diversas disciplinas.
Caledoscopia, el libro de Francisco Javier
Guerrero es un mosaico de intertextualidades, quizá, como el mismo titula, es un
calidoscopio –ese aparato que de niños nos hacían fabricar en clases de
manualidades con trocitos de vidrio-. Pero no negaremos que el principal
recurso, me atrevería a decir estilístico, que utiliza es la intertextualidad
que es más o menos el camino, el sendero que el autor va trazando entre sus
diversos relatos y microcuentos. A veces con una sugerente continuación de la
historia, con una mención de un hecho que se repite, pero la más de las veces
con una continuidad de los personajes que, como en una cola imaginaria, parecen
darse la vez para proseguir la historia como ocurre con esos lectores que el
Día del Libro acuden en tropel para leer uno detrás de otro el Quijote en voz
alta. Y así se dan la vez Ángel Gaos, Olvido Gelmán, Salvador Ory, César, Mario,
Abel Durán, Franz Kafka, Joaquin… Me da
que el autor ha tenido en cuenta algunos apellidos literarios –y no lo digo por
Kafka- para proseguir este cúmulo de historias que se dan el imaginario turno.
Creo que por deformación profesional he acabado siguiendo más
las pasarelas intertextuales que los propios argumentos y que, probablemente,
estas palabras puedan influir en algún lector ávido de continuar los pasos y
los senderos que el autor con mucho ingenio nos ha ido trazando, no solo con
palabras y personajes, también con las ilustraciones de Raquel Boucher. Al
final ha acabado siendo un ejercicio interesante y casi un reto porque me ha
obligado a volver a leer el libro de nuevo. Probablemente debido a mis
prejuicios como lector empecé la obra intentando separar los textos y resumir
su contenido sin apercibirme de que
había trampa tras de ellos y obligándome a una segunda lectura. La
segunda lectura me ha derivado por todas las pasarelas que he ido descubriendo
y que casi prefiero no detallar más a fin de no romper el hechizo. El autor
consigue que una narrativa aparentemente lineal esconda realmente una realidad
fragmentada pero, a la vez, indivisible. Casi recomendaría al lector que se
abstuviera de leer como si de una novela se tratase, que intentara
experimentar, incluso, olvidando los argumentos. O, en definitiva, dejándose
llevar por el propio texto que es lo que todo lector debe hacer aunque el autor
nos acabe venciendo con sus pequeñas añagazas. Es Caleidoscopia un libro para empezar a leer de otro modo y a la vez
para descubrir que las pequeñas historias contienen semillas que pueden
germinar en grandes cosas. Sigamos pues entonces a Francisco Javier Guerrero en
su aventura literaria.
Coincidimos en la interpretación y valoración de este libro, Luis. También en los deseos de seguir el decurso narrativo del autor en el futuro. Rara avis literaria en estos tiempos que corren...
ResponderEliminar